Azaña dijo que en este país la mejor forma de guardar un secreto era escribir un libro. Umbral le hizo caso y escribió mucho, muchísimo, siempre sobre sí mismo, aunque cuando se murió nadie sabía ni su nombre real ni su fecha de nacimiento ni quién era su padre, y eso que sus lectores se contaban por cientos de miles: esa es la magia de la autoficción, su embrujo. El de la literatura autobiográfica es un misterio, un enredo, más bien, que con el paso de los años y los títulos no hace más que complicarse con distintas etiquetas y broncas. La semana que viene llegará a España ‘Yoga’ (Anagrama), de Emmanuel Carrère, después de una sonada polémica de este...
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