En una plantilla en la que no sobra precisamente el talento, cualquier soplo de
aire fresco resulta una bendición. En el Barça de
Ronald Koeman ya nadie espera la resurrección de
Griezmann ni tampoco se confía demasiado en un mejorado
Dembélé que cualquier día volverá a las andadas. Tras la desgraciada
lesión de Ansu Fati, la ilusión la traen el de siempre,
Leo Messi, y un
chavalín canario que se ha convertido en su mejor socio. La temporada pasada
Pedri maravillaba por los campos de Segunda con Las Palmas, ahora brilla con la misma luz con el
Barça. La Catedral fue testigo de excepción.
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