«2020», una radiografía del corazón de la tragedia que hiela el alma

[Amaya]

Cuando Julio Lumbreras entró en febrero en la UCI, las alarmas por el coronavirus todavía sonaban demasiado lejanas, demasiado leves; cuando despertó, se encontró con un mundo que parecía uno de los delirios que sufrió tras dos meses de sedación. Apenas podía asimilar las noticias que el Telediario contaba con unas palabras que le parecían literatura apocalíptica: «Si la gente no sale de casa, ¿cómo trabaja? ¿Y los niños? Tengo que apagar la tele porque me pongo muy mal». Y rompe a llorar. Es la primera escena de «2020», el documental que el reportero Hernán Zin rodó durante los meses de pandemia y que este fin de semana se ha estrenado en cines. Una gran panorámica de aquellos meses en los que la mayoría estuvo confinada en casa. «Digo que esas secuencias son nuestro “Good bye, Lenin”», apunta Zin. «Con la película le cuento a Julio, el segundo paciente que entró en la UCI en España, todo lo que vivimos ese tiempo por el coronavirus», reflexiona. En realidad, se lo cuenta a una sociedad que vio lo que pasaba en las calles y en los hospitales a través de las pantallas. «La prensa intentó entrar en todos los lugares que pudo, pero encontraron muchas veces las puertas cerradas. Nosotros, por nuestra experiencia o porque conocían mi trabajo como documentalista, sí pudimos entrar», presume el reportero de guerra, que antes había rodado «Nacido en Gaza» y «Morir para contar», entre otros. Rostro a los números «“2020”complementa el trabajo que hizo la prensa», desgrana. «Sirve para poner rostro a las cifras que leíamos cada día. Como sociedad, humanizar el luto es muy importante para superar los traumas que hemos vivido», analiza desde la experiencia. «He visto en las guerras que he cubierto cómo todo vuelve a la normalidad cuando pasa lo peor, pero para eso es fundamental entender lo que se ha vivido para poder digerirlo», asegura. Por eso quiso contar todos los frentes. No siempre de manera sencilla. «Me han echado de hospitales, me han bajado de ambulancias...», dice sin rencor un reportero que pudo rodar 20 días el interior de las UCI y plantar su cámara tres semanas en las ambulancias que capeaban las llamadas desesperadas desde casas particulares o residencias de ancianos. Allí también estuvo. Y en las funerarias, o junto con los bomberos que ayudaban a trasladar víctimas a tanatorios. También con un sintecho que vio cómo las calles se vaciaron de un día para otro. Jornadas intensivas, física y emocionalmente, que Hernán Zin compartía con su equipo de 12 personas parapetados bajo trajes de protección especial. «Después de 15 horas de rodaje llegaba a casa y notaba una desconexión total entre el ruido político y el silencio en las morgues», recuerda. Todo ese sacrificio, confiesa, para que el trabajo de esos meses quedara recogido como un «documental histórico». «No puse los aplausos porque quería contar lo que nadie vio: y nadie había podido ver a un médico derrumbarse en un ascensor», apunta el director de «2020», que, pese al material que tenía, se aleja del sentimentalismo y la emoción forzada. No le hacía falta, en realidad, porque las imágenes que recoge hablan por sí mismas. Solo se desborda la emoción en la última escena (antes de un iluminador epílogo) en uno de esos milagros que solo los documentales atrapan. «Lo he visto 700 veces y siempre he llorado», comenta el director. El coronavirus dio la vuelta a todo. Incluso a que un reportero de guerra encontrara en las calles de Madrid su nuevo territorio de trabajo. Pese a todo, hay alguna lección que aprender: «He aprendido a valorar las cosas que tenemos en España: esta pandemia ha demostrado que, pese a todo, somos un país seguro, organizado, con una gran sanidad...»

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