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El cine tiene historias fuera de la pantalla tan fascinantes como las que se cuentan dentro. Una de ellas la protagonizó Werner Herzog, un cineasta que hizo del viaje una experiencia cinematográfica y que protagonizó una odisea de película en la vida real. Fue en 1974. Herzog caminó desde Múnich a París. 800 kilómetros que recorrió como un acto de fe con el que evitar la muerte de su mentora, la crítica Lotte Eisner, que languidecía enferma. El sueño idealista de una aventura romántica –que no amorosa– que el alemán recogió después en «Del caminar sobre hielo», un libro escrito como en un sueño alucinado lleno de poesía, de pensamientos vitales, de encuentros sorprendentes, de miedo a la soledad en mitad del camino... Y de la muerte temida que esperaba en la meta. Porque Herzog creía, quería creer, que mientras caminara su querida amiga seguiría respirando. Y, las cosas de la vida, cuando Herzog se encontró con ella la muerte le había dado una prórroga que no se cobraría hasta nueve años después. «Abra las ventanas, desde hace unos días puedo volar», le dijo Herzog nada más verla. Ahora, el cineasta Pablo Maqueda replica en el documental «Dear Werner» ese viaje entre Múnich y París. No hay tragedia esta vez, sino un homenaje a Herzog y al cine en forma de carta. «La idea de hacer esta película era un fantasma que de pronto se hizo realidad», apunta Maqueda. «La película nace de la frustración que se genera en el cine cuando intentas levantar una película. Por eso me refugié en un proyecto así, uno que puedes afrontar sin las presiones del mercado», celebra un autor que todavía recuerda «fascinado» la primera vez que leyó «Del caminar sobre hielo». «La imagen del cineasta solo en la niebla es una metáfora perfecta del camino de la creación», señala, porque el cine es más el caminar en la niebla que en la alfombra roja. Werner Herzog Pablo se animó a «esta locura herzogiana», a este caminar en soledad, como un homenaje a los cineastas que se quedan por el camino: «Tendemos a pensar en negativo, pero los proyectos fracasados también nos definen». «El valor de esta película está en lo vivido, no en su presupuesto. He aprendido que por muy mal que me vayan las cosas, siempre podré hacer cine con mis ojos solo por el placer de caminar», celebra un director que estrenará en unos meses «La desconocida», con los ganadores del Goya Eva Llorach y Manolo Solo. La sombra del creador Dice pablo Maqueda que nunca pensó que su carta de amor y reconocimiento a Herzog, su «Dear Werner», llegara a su destinatario. «Era una manera de rezar a un Dios sin esperar respuesta», confiesa. Pero sí hubo respuesta. «Herzog me dijo que le recordaba a él cuando rodó "Nosferatu" como homenaje a Murnau», recuerda emocionado Pablo Maqueda. La presencia del cineasta alemán se descubre como una sombra que atraviesa la película pero que no se hace nunca corpórea. Solo a través de la voz. Herzog se animó a participar en la película leyendo pasajes de «Del caminar sobre hielo». «Le gustó que hablara de mí a través de él», apunta, y recuerda el consejo que el propio maestro le dio: «Me dijo que la película no hubiera funcionado si él aparecia porque él es un fantasma que pasa por todas las escenas». Sin embargo, si no hubiera habido pandemia, el epílogo hubiera sido muy diferente. Maqueda había cerrado una entrevista caminando con Herzog en Londres, a orillas del Támesis. Pero el coronavirus cambió los planes y, en este caso, ayudó a redondear la película. Aunque Maqueda tiene claro que, en cuanto pueda, irá a conocer al cienasta en persona. Lotte Eisner, la olvidada mujer que salvó el cine alemán Lotte Eisner, ya anciana, en el centro de la imagen. Abajo, señalado por el dedo, un joven Werner Herzog Lotte Eisner escribió «La pantalla diabólica: Panorama del cine clásico alemán», y alcanzó el reconocimiento general que antes le habían dado los cineastas y, antes, mucho antes, se ganó salvando del fuego nazi unos cuantos originales del cine que protegió con su propio cuerpo. «El olvido de Eisner es un perfecto ejemplo de la desigualdad», describe Maqueda. «Ella guardó bajo el frío de la noche negativos que hoy son historia del cine. No encendió el fuego para que no se pudieran estropear», descubre sobre aquel tiempo en el que Eisner, huyendo de los nazis, escondió entre la ropa y su cuerpo latas de celuloide que se habrían perdido. A su llegada a Francia, y tras la caída del nazismo, se convirtió en la cofundadora de la Cinémathèque francesa. Colaboró con Murnau, defendió a Fritz Lang ante los boicots, Wim Wenders le dedicó «Paris, Texas» y destacó al joven Werner Herzog sobre todos los directores del Nuevo Cine Alemán. Crítica, conservadora, escritora... El cine no hubiera sido el mismo sin Lotte Eisner.
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