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A primera vista puede parecer complicado dar con una característica que defina el cine de David Fincher. Mientras otros directores que se dispararon a la fama en los 90 como Quentin Tarantino, Kevin Smith o Robert Rodríguez construyeron un estilo inmediatamente reconocible llenando sus cintas de referencias a películas con las que crecieron, Fincher podría pasar desapercibido en primera instancia. David Fincher Pero a pesar de la variedad en los temas que trabaja, se pueden ver algunos puntos en común en la mayoría de sus obras: obsesión por la tecnología, un estilo de edición rápido que recuerda a su trabajo en vídeos musicales y anuncios, movimientos de cámara pensados alrededor de sus personajes y un nihilismo marcado en su forma de construir historias. La lista de películas que el nacido en Denver puede incluir en su currículo está llena de clásicos absolutos, algunas muy diferentes entre ellas como «El club de la lucha», «El extraño caso de Benjamin Button» y «La red social». Nacido en 1962, su familia se mudó dos años después a California, donde se convirtieron en vecinos de George Luca s . Hijo de un autor y guionista y de una enfermera especializada en salud mental parece que ambos tuvieron una influencia profunda en la mente del joven. A los ocho años tuvo su primera cámara de ocho milímetros, con la que empezó a filmar películas caseras tras haber visto un documental sobre la producción de «Dos hombres y un destino». «Hasta ese momento no podía imaginar que las películas no ocurrían en vivo, por supuesto entendía que eran falsas pero no podía pensar que pudiesen durar meses en producción. Pude ver el circo, el circo que se debe mantener invisible al espectador y no podía pensar que hubiese nada más interesante a lo que dedicar mi vida que a esconderlo», reveló en una entrevista en 2015. Quizá de esta decisión de querer esconder el circo nace el famoso perfeccionismo de Fincher. Es meticuloso al extremo, con algunos de sus actores revelando que puede pasar horas ensayando una sola toma y luego está dispuesto a repetirla hasta 60 veces. Al mismo tiempo hace todo por esconder la cámara, siguiendo a los personajes y evitando acercamientos tanto como puede. En su cine las tomas funcionan casi como nuestros ojos, quietos enfocando una conversación a la que no fuimos invitados, y moviéndose lo mínimo necesario para seguirla. Suele trabajar con un trípode fijo, de forma casi impersonal, dejando de lado casi por completo la cámara manual. Nos vuelve espectadores distantes de los secretos ajenos. Esa distancia le permite mostrar la oscuridad del ser humano de forma más gráfica de lo que la mayoría de sus colegas se atreverían. Sea en los terribles asesinatos de «Zodiac» o en las acciones de Lisbeth Salander en su versión de «Los hombres que no amaban a las mujeres», sus personajes son capaces de la crueldad más profunda, pero también es capaz de conseguir calidez cuando lo necesita. A veces es la base de la trama, como en «Benjamin Button », y en otras es un contrapunto a la tragedia, como las escenas de Brad Pitt y Gwyneth Paltrow en «Seven». Maestro del thriller A pesar de la variedad de historias que han marcado el universo de Fincher, si algo lo disparó a la fama fue su gran manejo del thriller. «Seven», «Habitación del pánico», y «Pérdida» sirven de ejemplos claros. Sin miedo a mostrar la crudeza de sus historias, ni la violencia de la que son capaces sus personajes. Pero lo más interesante de la forma en la que el director se adentra en la idea de la obsesión, presente en todo su trabajo pero en especial en sus thrillers y aún más en su obra más extensa en el mismo «Zodiac». Más allá de su capacidad de trabajar en el género, su efecto se ve en toda su filmografía. El director sabe inyectar la tensión en sus otros trabajos, sea un drama como «La red social» o una sátira como «El club de la lucha». Al mismo tiempo parece haber llevado el nihilismo del género a todo su trabajo como marca de fabrica, quizá con la excepción de «Benjamin Button». Los años de televisión En perspectiva cuando se quiera repasar el éxito de Netflix se tendrá que hablar de «House of cards» y al analizar la serie es fácil reconocer la marca del director. Es normal, Fincher dirige los dos primeros capítulos y deja una marca clara en la estética de toda la serie manteniendo sus contrastes de color y su precisión casi clínica. A diferencia de «House of card» el director se involucró más a fondo con sus otros dos proyectos para el gigante del «streaming». Por un lado supervisó la colección «Love, death + robots» junto a Tim Miller (Deadpool), permitiendo que algunos de los animadores más interesantes de la actualidad jugarán en la piscina de la ciencia ficción. En «Mindhunter» pudo volver al mundo de los asesinos en serie como productor y director de varios episodios. «Mank» «Mank» es un proyecto del que se había oído hablar en Hollywood hace muchos años. El guión, escrito por el padre de Fincher en la década de los noventa, había estado en el bolsillo del director desde que dirigió «The Game» (1997), pero nunca pudo llevarlo a la pantalla. Gary Oldman en «Mank» - Netflix Grabada en blanco y negro con Gary Oldman en el papel principal del guionista de «Ciudadano Kane», se ha dicho que la cinta es el tributo de Fincher al cine clásico y a su padre. Es claramente la gran apuesta de Netflix para conseguir un Oscar en la próxima temporada de premios, pero mientras otras cintas tan «oscarizables» pueden generar desconfianza dando la sensación de que se hicieron solo para conseguir una estatuilla, el nombre del director y su relación personal con el guión la hacen llamativa. Ya ha empezado a recibir alabanzas de la crítica, una buena señal. «Creo que la gente es pervertida, esa es la base de mi carrera», dijo una vez para el material extra del DVD de «Los hombres que no amaban a las mujeres». Es posible que tenga razón, pero si el que nos muestra la oscuridad es Fincher seguro vemos algo interesante.
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