Explica Sandro Veronesi (Florencia, 1959) que en todas sus novelas existe una parte «oscura y casi enmohecida» que, libro a libro, se ha quedado sin desarrollar. Una zona «angustiosa» y repleta de telarañas en la que el autor italiano rehusaba adentrarse. «No lo hacía por la inquietud que me generaba», reconoce. Con los años, sin embargo, las tornas han cambiado y si de algo se alimenta «El colibrí» (Anagrama; Periscopi en catalán), novela que le ha valido su segundo premio Strega, es precisamente de esas zonas oscuras que antes procuraba mantener a una distancia más que prudencial. Porque es ahí, asegura, donde habitan «las cosas feas, sí, pero también las soluciones». «Ha sido un acto de valor -asegura-. Pequeño, pero...
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