Isabel Allende (Lima, Perú, 1942) tiene muy claro que «no hay feminismo sin bulla». Lo sabe, casi, desde su infancia, cuando se rebelaba frente al destino que otros, siempre hombres, habían decidido para ella. Por eso, aplaude el «feminismo joven», ese que en los últimos años, antes de que la pandemia nos recordara nuestra condición de mortales, se ha echado a la calle para reivindicar la ansiada igualdad de derechos y derrocar todos esos estereotipos que arrastramos desde la cuna. La autora es consciente, también, de que las palabras son poderosas y, por eso, durante el confinamiento vivido junto con su último y flamante marido, Roger, en su casa de San Francisco (California, Estados Unidos), decidió ponerse a escribir. Lo hizo...
[Solo los usuarios registrados y activados pueden ver los enlaces. Haga clic aquí para registrarse ... ]
[Solo los usuarios registrados y activados pueden ver los enlaces. Haga clic aquí para registrarse ... ]