Habían superado un cásting de talentos sudamericanos, un
OT futbolero. De la primera criba de 240 futbolistas argentinos y colombianos quedó una sesentena, que irían llegando a
España en distintas fases. Entre la primera remesa de 22, los mejores según les dijeron los ojeadores, había un grupo de ocho chavales de 16 a 23 años, con sus humildes maletas rebosantes de esperanza, pensando que se abría ante ellos la posibilidad de seguir los pasos de los
Messi, Luis Suárez y Neymar. El sueño de estos futbolistas se convirtió en una pesadilla de
explotación sexual, maltratos y amenazas de muerte a ellos y sus familias hasta que la
Guardia Civil les liberó en junio de su confinamiento.
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