El lado más controvertido de Franco: falsos mitos, curiosidades y misterios sobre su

[Amaya]

Ocho décadas de vida dan para mucho. Desde que comenzó sus andanzas en la Academia de Infantería de Toledo entre insultos y hasta que falleció en 1975, Francisco Franco combatió en el Rif, dirigió al ejército sublevado en la Guerra Civil y, al final, estuvo al frente de España durante más de treinta años. Bien es cierto que sus andanzas han sido documentadas en decenas de obras escritas por otros tantos expertos. Sin embargo, tan real como eso es que, todavía hoy, existen una infinidad de curiosidades, mitos y enigmas sobre su persona. Problemas de salud Las incógnitas sobre el estado de salud de Francisco Franco han sido un tema recurrente a lo largo de las últimas décadas. Y no es para menos. Las primeras sombras de dudas arribaron, cual nube negra, después de que fuera herido en Marruecos allá por el verano de 1916. A finales de junio, el joven capitán, de apenas 23 años, protagonizó una carga alocada contra los rifeños afincados en El Biutz junto al tercer Tabor de Regulares, del que formaba parte como tesorero. El resultado fue un disparo en el bajo vientre que incluso los doctores llegaron a calificar de mortal. Sin embargo, y aunque nadie nada una peseta por su vida, el capitán salvó la vida y, después de una larga convalecencia de dos meses, volvió a la acción. En principio, sin ninguna secuela. O eso se creía hasta el año 2009, cuando el historiador español José María Zavala publicó su libro «Franco, el republicano». En él, el que se ha convertido a día de hoy en uno de los investigadores más concienzudos sobre este personaje esgrimía que, además de catapultar la carrera militar de Franco, el disparo fatal también le privó de un testículo. A su favor, Zavala contaba con el testimonio de Ana Puigvert, nieta del célebre urólogo Antonio Puigvert, amigo personal de nuestro protagonista. «Francisco Franco era monórquido, sólo tenía un testículo», le confirmó la que era entonces presidenta de la Asociación Española de Andrología en una conversación privada. Años después, la doctora se reafirmó en su postura mediante unas declaraciones que el experto publicó en 2015 primero, y en su libro «Franco con franqueza» después. Sus palabras dieron la vuelta al mundo: «La monorquidia del general Franco fue producto de un grave traumatismo durante la campaña de África de 1916, en la batalla de El Biutz; concretamente, en las Lomas de Dar Riffien. […] Fue un accidente provocado, al parecer, por un disparo en el bajo vientre; por lo tanto, de elevado índice de gravedad, ya que afectó a múltiples áreas de la zona pélvica. […] Las heridas quirúrgicas en el tejido blando podían afectar a toda el área anatómica y a los órganos vecinos, provocando un proceso de fibrosis y/o adherencias que, además de culminar con la pérdida de un testículo, afectaban a la vía seminal contralateral y al sistema vascular peneano». De ser real, este no fue el único problema médico que padeció. En su biografía, el doctor Vicente Gil, su médico de cabecera, arguyó que Franco contaba con un «particular modo de hablar» por culpa de una desviación de tabique que le causó todo tipo de dificultades respiratorias. Otro tanto sucedió con su dentadura. Según publicó el teniente coronel retirado Francisco Bendala en 2019, una infinidad de problemas bucales provocaron que, en el momento de su muerte, dejara este mundo con solo un diente original. El resto los había perdido por culpa de infecciones y un golpe contra la barandilla de su yate. Amistades peligrosas Uno de los mitos más extendidos en la red explica que, durante su etapa como oficial en la Guerra del Rif, Franco visitaba de forma recurrente a una bereber llamada Mersida; una suerte de hechicera o adivina a la que pedía consejo sobre el devenir de las campañas militares españolas. Presentada como rubia y con ojos claros, los más aventurados señalan incluso que mantuvo correspondencia personal con el militar y barajan la posibilidad de que, en realidad, pudiera ser una espía que ansiaba extraer información de los oficiales peninsulares. Las fuentes que confirman este curioso hecho sostienen además que la bruja era, en realidad, una tal Mercedes Roca, supuesta hija de un oficial del ejército francés en la zona. ¿Qué hay de verdad en esta historia? Según explica el conocido divulgador histórico José Luis Hernández Garvi en su obra «Ocultismo y misterios esotéricos del franquismo», lo que es innegable es que, «la historia de la pitonisa Mersida reúne todos los componentes de un buen relato de aventuras ambientado en un escenario rodeado de misterio». Sin embargo, la realidad es que el atractivo de este personaje no sirve para confirmar su veracidad. En palabras de Hernández Garvi, «la mayoría de referencias que pueden encontrarse sobre Mersida en las bibliografías y páginas de Internet repiten los mismos datos sin citar el origen de su procedencia», lo que hace imposible su corroboración y difícil su credibilidad. Para añadir más escepticismo si cabe, los grandes autores de biografías sobre el dictador (Stanley G. Payne, Paul Preston…) no citan ningún personaje parecido en sus obras. Raros asesinatos Otra de las mayores controversias que sobrevuelan todavía la vida de Francisco Franco es su ascenso al poder. Y con razón, pues, como tercero en discordia en la línea de mando del golpe de estado, solo logró asentarse en la poltrona después de las muertes, en sendos accidentes de avión, de José Sanjurjo y Emilio Mola. Desde entonces, algunos autores han coqueteado con la idea de que se deshizo de sus rivales para liberar el camino hacia el poder. Otros, como el popular historiador y coronel Carlos Blanco Escolá, se limitaron a investigar las rarezas de los supuestos percanes y a señalar las posibilidades de un sabotaje. Parece difícil responder el enigma. Pero vayamos por partes. El primero de los finados, José Sanjurjo Sacanell, era la cabeza visible de la conspiración. Veterano oficial contrario a la Segunda República, decidió convertirse en la cabeza visible del después llamado Bando Nacional debido a las presiones carlistas y alfonsinas. Según explica el hispanista Paul Preston en su obra «La Guerra Civil española, reacción, revolución y venganza», tras el 17 de julio debía ser llevado con urgencia de Portugal a España en avión como elemento clave del golpe de estado. El encargado de acometer esta tarea fue Juan Antonio Ansaldo, «un famoso as del aire y playboy monárquico», según palabras de Preston. El 19, este piloto aterrizó en la residencia veraniega del oficial. El problema era que su montura era una frágil avioneta «De Havilland 80-A Puss Moth». La versión más extendida, estudiada y confirmada afirma que la inestabilidad del aparato, unida al sobrepeso del militar y a que este portaba una gran maleta con sus muchos uniformes de campaña, provocaron el desastre cuando rozaron las copas de los árboles. En el impacto que resultó el oficial murió y el aviador quedó mal herido. El segundo de los accidentes que catapultó a nuestro protagonista hasta el poder fue el de Emilio Mola, el líder militar de facto de la conspiración y el gran organizador en la sombra. En principio, este oficial no se mostró contrariado cuando Franco se autodesignó jefe del Gobierno del Estado en septiembre de 1936. Sin embargo, a partir de entonces las diferencias militares entre ambos se acrecentaron. En esas se hallaba la relación cuando, el 3 de junio, el avión en el que Mola viajaba desde Burgos hacia Valladolid se estrelló. No hubo supervivientes. La noticia fue recogida tanto por el ABC de Sevilla como por el de Madrid apenas un día después. En el primero se explicaba (en una extensa cobertura) que, según los vecinos de Castril de Peones (donde cayó el aparato) se vio un aeroplano «volando sumamente bajo» en varias direcciones antes de que una «explosión» desparramara los cadáveres calcinados de los cinco ocupantes por la ladera de una montaña. En el segundo apenas se le dedicó una breve noticia bajo un titular bastante descriptivo: «Ha muerto el traidor Mola». Con todo, la realidad es que, como bien escribió el embajador alemán en nuestro país, Franco se sintió aliviado por el fallecimiento de su rival.

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