Como muchas veces en los torneos de selecciones a partido único, la victoria en la final no suele ser la mejor muestra de las virtudes del ganador. De la misma manera, el
Bayern se proclamó campeón de Europa, por sexta vez en su historia y con pleno de victorias, con una puesta en escena muy alejada de las exhibiciones previas que auguraban titulares grandilocuentes en el día decisivo. No hubo magia, se impuso el trabajo colectivo y la abnegada búsqueda de una ventaja del Bayern. El equilibrio de la final lo rompió un gol casi aislado de Coman al inicio de la segunda, en medio de la igualdad reinante ante un París Saint-Germain lejos también de sus mejores prestaciones, desolado como su estrella Neymar al final del partido, a las puertas de su primer título continental.
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