Treinta años, soltera, abogada brillante, Pilar León despertó al alba, se apuró en ducharse y vestirse, pues ese día tenía que hacer una presentación importante en el estudio donde trabajaba, y caminó a la cocina para desayunar. Nada más entrar en la cocina, se llevó una gran sorpresa: su padre, Carlomagno León, ochenta y dos años, estaba vestido íntegramente de bombero, un uniforme rojo, de tipo mameluco, con su nombre escrito en el pecho y el escudo del cuerpo general de bomberos impreso en el brazo, y un casco grande, aparatoso, de un rojo chillón, con un protector de plástico cubriéndole el rostro. Bombero orgulloso de toda la vida, Carlomagno León se puso de pie y saludó marcialmente a su hija, llevándose...
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