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Thumbs up El injusto juicio contra el gran héroe de la tragedia del Titanic: «¿Por qué no salvó

La catástrofe del Titanic no terminó en la noche del 14 de abril de 1912, cuando se fue a pique con un millar y medio de almas en su interior. Una vez que el Atlántico Norte se tragó para siempre los restos del buque de la naviera Withe Star Line comenzó una nueva pesadilla para los oficiales que habían sobrevivido: un extenso juicio con el que el Senado de los Estados Unidos buscaba esclarecer lo ocurrido, pero, sobre todo, depurar responsabilidades y señalar con el dedo acusador a algún culpable. La comisión, presidida por William Alden Smith, dirigió una infinidad de interrogatorios durante algo más de un mes, desde el 19 de abril hasta el 25 de mayo. De entre todos ellos, uno de los más tensos tuvo como protagonista al quinto oficial del Titanic, Harold Godfrey Lowe; hombre de modales toscos, pelo engominado hacia atrás y al que su falta de amabilidad le había granjeado los recelos de muchos pasajeros y supervivientes. Smith, ya fuera por propia voluntad o por mera desconfianza, intentó acorralarle y le planteó una serie de preguntas que buscaban cuestionar su actuación durante la tragedia. La más directa fue la acusación de estar borracho el 14 de abril: «Circulan muchas historias. Una, explicada por un hombre reputado, dice que usted había bebido mucho aquella noche». LoweNo fue la única. Smith también insinuó que Lowe había maltratado a algunos pasajeros (uno de ellos italiano, con lo que le tildaba en parte de clasista) o que el bote salvavidas a su cargo, el número 14, había sido cargado con muchas menos personas de las debidas. También dejó caer que había hecho todo lo posible por salvar a la tripulación, en detrimento de los pasajeros. Durante un momento concreto le llegó a preguntar, incluso, si había utilizado el revólver que tenían a su disposición los oficiales para algo más que para intimidar a aquellos que se abalanzaban sobre las pequeñas lanchas de salvamento, con el consecuente riesgo de volcarlas. LoweAunque Lowe se deshizo de todas las acusaciones con sorne e ironía y se esforzó por explicar lo que de verdad había acaecido aquella noche, la imagen que ha perdurado del quinto oficial del Titanic es esta: la de un hombre feroz. Y eso, a aquellos que les suene su persona, ya que, mientras que el capitán Edward Smith o William McMaster Murdoch son más conocidos, él ha pasado de puntillas por la historia. Casi a hurtadillas, por desgracia. La realidad, no obstante, es que se comportó como un héroe, se esforzó en todo momento por tranquilizar a los pasajeros y fue el único oficial que regresó a la zona del hundimiento para rescatar a más supervivientes. Su historia, conocida, pero olvidada, ha sido enfocada por la luz de la actualidad estos días, cuando la familia del mismo Lowe ha puesto a la venta una gigantesca colección de sus documentos y sus objetos personales en un intento no solo de ganar dinero, sino también de demostrar que el oficial fue un héroe. Los objetos, que saldrán a subasta y se cree que podrían superar las 60.000 libras, incluyen el telescopio que una superviviente le regaló en agradecimiento por haberla salvado con la siguiente inscripción: «A Harold G. Lowe, el verdadero héroe del Titanic». También destaca su silbato personal o una extraña fotografía del Carpathia, el navío que rescató a los pasajeros. Una vida en el mar La historia de Lowe estuvo siempre ligada al mar. Ya a los doce años, y mientras navegaba en una barca con su padre, se vio obligado a nadar media milla con la camisa y las botas puestas después de que ambos tuvieran un accidente y el pequeño bajel se fuese a pique. Dos veranos después, su familia estaba convencida de que el pequeño debía convertirse en marino, así que decidieron ofrecer sus servicios como aprendiz a varias navieras británicas. A Harold Lowe no le convenció la idea de no obtener ni un céntimo a cambio de su esfuerzo. Airado, se escapó de casa y se unió a la marina mercante. Los cinco primeros años los pasó en diferentes barcos, y los siete siguientes, en el West African Coast Service. Así lo narró él mismo a Smith durante la comisión organizada por el Senado de los Estados Unidos: «Me escapé de casa cuando tenía unos 14 años y trabajé en una goleta. Estuve en siete goletas en total. Antes, mi padre había querido hacer de mi un aprendiz, pero le dije que no lo sería; que no iba a trabajar para nadie si no me daban dinero y que quería que me pagaran por mi trabajo. A pesar de ello me llevó a Liverpool, a muchas oficinas. Al final, le dije de una vez por todas lo que pensaba. Me escapé y trabajé en las goletas primero. Desde allí fui a veleros de aparejos cuadrados, y de allí a vapores. Obtuve todos mis certificados y luego estuve durante cinco años en el West African Coast Service. Luego me uní a la White Star Line». El oficial, junto a su familiaEn el extenso interrogatorio, Lowe explicó también que había pasado por dos bajeles de la White Star Line antes de ser enviado como quinto oficial al Titanic en 1912. Aunque, atendiendo a sus respuestas, parece que no era demasiado bueno a la hora de recordar fechas concretas. «Me uní a la tripulación del Titanic el 21 de abril, en Belfast… perdón, el 21 de marzo, creo», afirmó al senador. Durante su servicio en el transatlántico, participó en varas pruebas previas al primer viaje y aprendió a acometer su tarea en el puente, «hacer los cálculos sobre las cartas de navegación». Además, el que era uno de los marinos más jóvenes del buque se encargaba del inventario y aprovisionamiento de los botes salvavidas. La tragedia A Lowe, el impacto contra el iceberg le pilló fuera de servicio, mientras descansaba en su camarote. «Me fui a la cama entre las ocho y cuarto y las ocho y media». El golpe no le despertó, pero sí lo hice el alboroto que se generó después. «Me levanté al escuchar voces. Pensé que era muy extraño. Vi a mucha gente a mi alrededor, salté de la cama, me vestí y subí a cubierta». En contra de muchos de sus compañeros, lo primero que hizo al saber que habían chocado fue hacerse con su arma. «Antes de nada, fui a coger mi revólver. Nunca se sabe cuándo lo puedes necesitar». Luego se fue, a la carrera, hacia la cubierta de botes para comenzar la evacuación. A partir de este punto empezó una pesadilla que, tal como describieron los testigos oculares, supo acometer con templanza. Primero ayudó a sus compañeros a bajar el bote salvavidas 5 y, a continuación, hizo lo propio con el 3. Siempre mostrando calma e intentando que esta se transmitiera a los pasajeros. En su declaración, explicó que se enfrentó a Bruce Ismay, presidente y director de la White Star Line. Así lo explicó durante su declaración, cuyo contenido se replica, a continuación, muy resumido: Lowe, con su uniforme del Titanic SMITH: «¿Le ordenó al señor Ismay que se alejara del bote?» LOWE: «Lo hice, señor». SMITH: «¿Qué le dijo, usó lenguaje inapropiado?» LOWE: «Si quiere que lo repita, lo haré…». SMITIH: «Empezaré preguntándole dónde se hallaba…». LOWE: «Usé ese lenguaje porque el señor Ismay estaba ansioso y demasiado emocionado. Él me dijo “Baja el bote, baja, baja, baja, baja”. Le dije “bueno, que así sea”». ISMAY [también en la sala]: «Repita lo que dijo». LOWE: «Lo dije en el calor del momento […] porque, en cierto modo, estaba interfiriendo en mis deberes, y porque estaba ansioso y podía poner nerviosa a la gente que intentaba ayudarme. […] Le dije: “Si te apartaras de una maldita vez podría intentar hacer algo“». SMITH: «¿Qué respondió él?». LOWE: «Nada. Le dije: “¿Quieres que lo baje rápidamente? Me harás ahogarles a todos”». Mientras organizaba la bajada al mar del bote 14, en el que él mismo viajaría como oficial al mando, Lowe disparó hasta tres veces con su revólver para evitar que los pasajeros, ansiosos, se subieran a él y lo volcaran. Aunque, en su defensa, arguyó que solo fue una advertencia y que no dirigió la pistola contra nadie, sino que apuntó aire y apretó el gatillo cuando estuvo seguro de que las balas no dañarían a ninguno de los presentes. Junto a él había 58 personas. «Todas mujeres y niños, menos un italiano que se coló a hurtadillas vestido de mujer, con un chal». Tal y como expresó el oficial en el interrogatorio, no fue hasta poco después del hundimiento cuando se percató del engaño. Regreso al Titanic En principio, Lowe se alejó unos metros del Titanic para evitar que, en su hundimiento, el barco arrastrara su bote hacia el fondo de las aguas. Sin embargo, después de que pasara el peligro insistió en que debían regresar para rescatar a los supervivientes que todavía hubiera. Al final, se vio obligado a dar la orden de hacerlo, pues los pasajeros se negaban a volver. A eso de las tres de la madrugada, el quinto oficial reunió media docena de botes, trasladó a los supervivientes que había en su lanchón y se dirigió al epicentro de la catástrofe. Fue el único que lo hizo. «Yo estaba en el bote número 14. Luego tenía junto a mi el 10, el 12, otro plegable y otro bote cuyo número desconozco. Los reuní y los até; los hice amarrar a todos. Por supuesto, tuve que esperar hasta que los gritos y los chillidos disminuyeron, luego consideré que era seguro ir hasta los restos. Transferí a todos mis pasajeros, alrededor de 53, y los distribuí por igual entre los cuatro botes. Luego pedí voluntarios para que me acompañaran al naufragio, y fue en ese momento cuando encontré al italiano. Llegó a popa, tenía un chal sobre la cabeza y supongo que tenía faldas. De todos modos, le quité este chal de la cara y vi que era un hombre. Tenía mucha prisa por subir al otro bote, y lo agarré y lo empujé al otro». Representación de Lowe en la película de James CameronRescató a cuatro personas de entre las aguas, pero solo tres sobrevivieron: «No sé quiénes fueron esas tres personas vivas; nunca se acercaron a mí después, ya sea para decir esto, aquello o lo otro. Pero uno murió, y ese fue un Sr. Hoyt, de Nueva York. Se necesitó toda la tripulación del bote para subir a este caballero porque era un hombre enorme. Cuando lo recogimos estaba sangrando por la boca y la nariz. Así que lo subimos a bordo y lo apoyé en la popa del bote. Soltamos su chaleco salvavidas, se lo quitamos y le aflojamos la camisa para darle la oportunidad de respirar; pero, desafortunadamente, murió. Pero los otros tres sobrevivieron. Entonces dejé el naufragio. Di la vuelta y, por extraño que parezca, no vi un solo cuerpo femenino, ni uno, alrededor de los restos». A pesar de que fue el único oficial que volvió, durante el interrogatorio, el senador cargó contra él. SMITH: «Se habían calmado los gritos antes de que usted acudiera?». LOWE: «Sí, habían disminuido mucho. No habría sido prudente para mi haber acudido allí antes porque habríamos sido abordados y nadie se habría salvado». SMITH: «¿Pero su bote tenía, según su propia declaración, capacidad para 65 personas?». LOWE: «¿Qué podía hacer si 1.600 personas intentaban subirse a él?». Botes salvavidas SMITH: «Haber salvado a 15 más…». LOWE: «Intenté hacerlo señor, tan pronto como cualquier hombre hubiera podido. No era seguro ir. No podía hacer otra cosa. Tendría a cientos de personas alrededor del buque y lo habrían hundido». Después del juicio, Lowe se casó con en 1913 y tuvo dos hijos. Sirvió en la Reserva Naval Real en la Primera Guerra Mundial y, durante la Segunda Guerra Mundial, ofreció su hogar como puesto militar y colaboró en labores antiaéreas.

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