Así es y así viste el nuevo ejecutivo

[SHAKIRA]

Hace años trabajaba en un sitio en el que nos obligaban a ir con traje; yo le daba un giro con la corbata, los pañuelos de bolsillo, el zapato o los calcetines; me sentía como en el colegio con uniforme, intentando darle un toque de tu personalidad». Son palabras del diseñador Juan Avellaneda que reflejan el recuerdo sobre el código de vestimenta de sus experiencias profesionales y de las de todas aquellas generaciones que ya vean desde la distancia sus ‘felices 20’. Y es que no hace tanto tiempo, por mucho que parezca que haya pasado una eternidad, prácticamente cualquier persona adulta con ciertos dotes para la observación era capaz de situar con bastante exactitud tanto el sector como el grado de responsabilidad dentro del trabajo de un hombre en base a lo que llevaba puesto. Hoy en día, en cambio, nadie puede asegurar que la persona que ha pedido un café delante suyo con unas zapatillas no sea el CEO de alguna compañía. Los límites se han difuminado y, para qué engañarnos, es un juego mucho más divertido y honesto, donde los prejuicios han perdido muchísima fiabilidad. Una revolución con estilo La camisa ya no es imprescindible para acompañar un traje - © Mirto Carlos Gómez, Chief Marketing Officer en el hub -espacio donde los emprendedores trabajan juntos, generando sinergias- The Valley, cita dos razones de peso que han desencadenado esta reciente evolución en el código de vestimenta que afecta a la estructura de la compañía al completo, empezando por los ejecutivos: el auge de empresas tecnológicas, creativas, de startups y pymes digitales, y el nuevo modelo de empresa. Estas compañías, explica Gómez: «fomentan la libertad, creatividad y un ambiente informal y distendido, por lo que facilitan a sus empleados utilizar un estilo casual que les permita estar cómodos». Mientras que el segundo punto hace referencia a una cuestión con dos vertientes: por un lado, «la tendencia hacia entornos inclusivos donde las estructuras son cada vez más planas y la opinión de cada empleado es valorada sin tener en cuenta el cargo que ocupa», y, por otro, al concepto de autonomía, que cada vez tiene más peso en este nuevo modelo empresarial, lo que «debería reflejarse también en el modo de vestir de los ejecutivos», prosigue. El director creativo de Avellaneda confirma que esta tendencia es una realidad, ya que hace tiempo que las peticiones del prototipo actual de ejecutivo de nueva generación se encaminan hacia la practicidad y la comodidad. «Tengo clientes que me piden que incorpore gomas en las cinturillas porque pasan muchas horas sentados y así no les aprieta, o gente que quiere tejidos impermeables o más resistentes porque viajan mucho; incluso algunos que no se arruguen», explica el diseñador. ¿El fin de los básicos de oficina? No significa esto, como algunos desearían, el final de la corbata, ni mucho menos. Si fuera así, de igual modo que en el pasado un alto cargo de una compañía tenía prohibido dejársela en el armario, ahora se estaría cohibiendo la libertad de aquel que sí desea recurrir a ella para aportar formalidad, distinción y personalidad a su look, opción que defiende con una argumentación tan brillante como honesta, el propio Avellaneda: «Si lo piensas fríamente es un trozo de tela colgando del cuello, pero creo es fabuloso para estilizar la figura de cualquier ejecutivo y darle un toque personal». Por lo tanto, la inclinación actual camina en busca del equilibrio de los dos factores decisivos a la hora de elegir atuendo para acudir al trabajo: las circunstancias de la posición laboral -sector, puesto, agenda del día, etc.- y el estilo personal, el cual es fundamental para el estilista José Herrera: «para no perder nuestra personalidad, que al final es lo que nos hace diferentes». Para conseguirlo, el sentido común es indispensable para ser consciente de que, pese a que la flexibilidad es una realidad en el entorno profesional, siguen existiendo determinadas líneas rojas que no deben cruzarse. Algunas atienden a cuestiones puramente estéticas, como son «las prendas muy estridentes o complementos que llamen demasiado la atención» que cita el propio Herrera, y otras lo son de higiene y limpieza, como «los zapatos sucios, gastados o muy viejos, y manchas en la corbata», que apunta Avellaneda. La estética del nuevo CEO Los accesorios son siempre importantes - © TODS Una vez comprendidas cuáles son las normas actualizadas del juego, es la personalidad la que tiene todo el peso de la decisión final a la hora de construir el look del CEO del siglo XXI. Herrera, por ejemplo, tiene clara su opción ideal: «un traje sencillo y con un buen corte, camisa y una corbata acorde solo si fuera necesario». Su opinión es fiel reflejo de los tiempos que corren, ya que deja la puerta abierta a opciones menos formales siempre y cuando vayan en consonancia con el entorno de trabajo como, por ejemplo, lucir el traje con un polo «para rebajar la seriedad». Herrera considera que «una chaqueta y un vaquero pueden ser muy elegantes si los combinas con un buen zapato y un reloj bonito o un maletín». Juan Avellaneda, por su parte, prefiere centrar la atención sobre la gama cromática y dar importancia al contexto temporal: «Para mí la opción perfecta es no al negro, si al navy o el gris y a partir de ahí experimentar y divertirse. Eso sí, creo que hay que ser acorde a las estaciones». Consejos de voces autorizadas en la materia sobre los cuáles se asientan las claves de estilo del ejecutivo del 2020 que coinciden de pleno con la visión de Carlos Gómez desde el lado de la compañía, donde confirma se ha pasado del ‘casual friday’ a una idea más formada, la del ‘business casual’ como uniforme de todos los empleados. Un proceso evolutivo mediante el cual, asegura el experto, «los puestos más altos están dispuestos a integrarse dentro del equipo sin imponer jerarquías ni burocracias».

[Solo los usuarios registrados y activados pueden ver los enlaces. Haga clic aquí para registrarse ... ]