Lo saben. Saben que el 8-M es una brecha sin cerrar en la retaguardia. Quizá sea difícil que puedan derivarse consecuencias penales -hay demasiado bufete de «todo a cien» presentando a la ligera querellas mal fundamentadas- pero el veredicto de opinión pública es una condena política palmaria, y esa derrota en el «relato» es lo que más importa a un Gabinete obsesionado con la propaganda. El vídeo de Irene Montero produce estupor más allá del lenguaje -«o sea, tía, mogollón de peña», etc- por la inconsciencia absoluta con que quita importancia a una amenaza que ya había forzado a otros países a tomar medidas «superdrásticas». Porque no se trata de una muchacha que comenta la manifa con una colega de...
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