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El Gobierno cerró la semana con un bulo como los que ha mandado perseguir -ahora se dice «monitorizar»- al general Santiago. Un bulo gordo, lustroso, resplandeciente y bien maquillado, porque de hecho se trataba de hermosear las cifras reales de contagio mediante un burdo birlibirloque, una vulgar manipulación contable de los datos. El enésimo truco para disimular el fracaso y tratar de inyectar algo de optimismo en unos ciudadanos que por una parte ansían el desconfinamiento y por otra temen que se convierta en otro desbarajuste improvisado. El «perfecto compendio de errores» del que hablaba el experto -éste sí lo es- Matesanz en la radio está sembrando en la población una mezcla de angustia, desconcierto y pánico. Y a falta...
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