Grace Kelly ascendió vertiginosamente en Hollywood gracias a su belleza, su dulzura y su talento. La actriz conquistó el mundo del cine sin dejar que las inevitables habladurías sobre aventuras y amoríos rozaran su nombre. La seriedad de la joven y su vida intachable nunca dieron pie al más mínimo rumor. Un día, la actriz que se había convertido en la estrella preferida del famoso director Alfred Hitchcock, se trasladó a la Costa Azul. Allí, a las órdenes del «mago del suspense», iba a rodar una película junto a Cary Grant. Los escenarios donde transcurría la acción de «Para atrapar al ladrón» eran el marco incomparable de Montecarlo. El encuentro entre el joven Soberano de Mónaco -el futuro Rainiero III de Mónaco- y la estrella fue tan natural, y el secreto de sus sucesivas citas tan celosamente guardadas, que cuando se anunció la boda entre ellos, muchas personas quedaron sorprendidas. Lo suyo fue un «flechazo». Ese mismo año, el Príncipe decidió viajar a Filadelfia para conocer a los padres de su amada. Y allí comprobó que la «estrella» de más éxito en América seguía viviendo en el seno de una familia humilde. La pareja estuvo saliendo unos meses y cuando Rainiero se dio cuenta de que realmente congeniaban, volvió a Mónaco para anunciar la feliz noticia. El 7 de enero de 1956 -tan solo dos meses antes de su boda- el Príncipe Rainiero de Mónaco y la actriz Grace Kelly hicieron su primera aparición en público como pareja oficial durante un baile de alta sociedad. Su matrimonio se convirtió en la boda del siglo, con seiscientos invitados y treinta millones de personas de audiencia televisiva. Tras esto, Grace Kelly pasó a ser la Princesa Gracia Patricia de Mónaco. Pese a todo, la actriz se retiró de Hollywood después de cumplir sus compromisos para dos películas más. Después de esto, la luz de los focos no volvieron a disfrutar de su fría belleza nórdica y la gracilidad de su silueta. Rivalidad Durante años, dos bellas damas ocuparon diariamente las primeras planas de la actualidad. Ambas jóvenes, norteamericanas y casadas con Jefes de Estado. Una era Jacqueline Kennedy y la otra Grace Kelly. Sus posiciones sociales, la similitud de sus deberes públicos y su origen semejante, hicieron inevitablemente que los medios las comparasen casi a diario de forma maliciosa, creando entre ellas una especie de rivalidad para competir por la más elegante, la más popular o simpática. Princesa discreta Durante su matrimonio, Gracia de Mónaco estuvo a la altura y la sobrepasó. Los medios la apodaron como la «Princesa discreta» que dejaba los flashes para su marido. Fue la esposa y madre perfecta. De hecho, durante una entrevista, Rainiero III llegó a confesar que «mi esposa y mis hijos me han dado felicidad y aliento. Grace y yo nos enamoramos poco a poco». Una mujer delicada y bellísima, dedicada a la educación de sus tres vástagos —Carolina, Estefanía y Alberto— y a las obras de beneficencia. Pese a su esfuerzo, nunca desapareció de las revistas del corazón, aunque siempre aparecía con una imagen de Princesa y esposa feliz.
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