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Predeterminado Rommel, el «Zorro del Desierto», y la guerra en el norte de África

Las operaciones militares en el norte de África, que tuvieron en la batalla de El Alamein uno de sus principales episodios, supusieron un punto de inflexión hacia la victoria de los aliados. En esta campaña sobresalieron los generales Erwin Rommel y Bernard Montgomery

Los acontecimientos en África durante la Segunda Guerra Mundial fueron decisivos para decidir su resultado final. Allí, por primera vez, los aliados hicieron frente con resultados halagüeños a los ejércitos alemán e italiano. Esta campaña tuvo lugar entre el 10 de junio de 1940 y el 17 de mayo de 1943, cuando el ejército dirigido por el mariscal Erwin Rommel se retiró ante la aplastante superioridad numérica de las fuerzas aliadas.

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Soldados del Afrika Korps se rinden cerca de Tobruk a los neozelandeses del 8º. Ejército durante la Operación Crusader. Foto: Getty.

Las dos batallas que cambiaron el rumbo de la Segunda Guerra Mundial se libraron en Stalingrado y El Alamein, ambas con resultado catastrófico para el Tercer Reich. Se desarrollaron de manera casi simultánea. Adolf Hitler no aprendió de los errores cometidos por Napoleón Bonaparte, que quiso conquistar Rusia y el norte de África al mismo tiempo y, como los alemanes harían siglos después, se quedó a las puertas de Moscú y de El Cairo. Ambas aventuras militares tuvieron su principio y su fin en los mismos teatros de operaciones: la estepa rusa y el desierto del Sáhara.

Mussolini, aunque firmó el Pacto de Acero con Hitler, consideraba que su ejército no estaría preparado hasta 1942, pero ante el éxito de la invasión alemana en Polonia y Francia, incluyendo el reembarco británico en Dunkerque, cambió de opinión: creyó que el viejo mundo se desmoronaba y que Italia debía contribuir al empujón final. De ahí que entrara en guerra en África, donde sus colonias lindaban con las británicas. El dictador italiano creía que tendría una oportunidad ideal de derrotar a Inglaterra, último baluarte aliado en Europa.

Las hostilidades de esta guerra estallaron en el África Oriental que controlaban los italianos, territorio de importancia estratégica por su cercanía al Canal de Suez y al petróleo de Arabia y Persia: sus territorios eran muy vastos, aproximadamente 2 millones de km2, y estaban rodeados de territorios enemigos como Sudán, Kenia y Somalilandia. Hitler tenía la intención de crear un nuevo frente contra los rusos desde Oriente Medio y, para ello, utilizar los combustibles de las colonias de Oriente Medio.

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Tropas británicas ocupan una posición defensiva cerca de El Alamein, en 1942. Foto: ASC.

Las tropas italianas entraron en guerra el 10 de junio de 1940, bajo el mando del duque de Aosta, quien desde el primer momento advirtió que su ejército no estaba adecuadamente adiestrado ni pertrechado. Disponía de 74.000 soldados italianos y 182.000 áscaris nativos, 325 aviones, de los cuales solo 150 eran realmente operativos, 6 submarinos en el mar Rojo, 63 carros de combate (24 de ellos del modelo M-11 y 39 L-35), y 126 carros acorazados con baja potencia de fuego. Por su parte, los británicos tenían muy pocas fuerzas sobre el terreno: 8.500 hombres en Kenia, 2.200 en Sudán, 1.500 en Somalia y 1.400 en Adén, todos bajo el mando del general Platt. Su armamento se limitaba a 200 aeronaves en mal estado y unos pocos carros de combate. Donde sí estaban bien surtidos era en la flota, que controlaba a placer el mar Rojo y el Índico.

Afrika Korps y el «Zorro del Desierto»

En el norte de África y en el Mediterráneo, Italia tuvo una oportunidad excelente de derrotar a Inglaterra. Mussolini tenía más de 20 bases militares en el Mediterráneo, y creyó que desde Trípoli podría derrotar a Gran Bretaña, haciéndose con el control estratégico de la colonia inglesa de Egipto, aprovechando que los británicos estaban ocupados en la desastrosa expedición a Francia que finalizó en Dunkerque. Entretanto, Alemania hostigaba continuamente a Inglaterra por tierra y mar. El Estado Mayor italiano desaprovechó esa debilidad británica y no previó ninguna operación contra la flota inglesa fondeada en Egipto o Malta.

Donde los italianos consiguieron su única victoria sobre los ingleses, sin ayuda alemana, fue en Somalilandia. Amadeo, Duque de Aosta y Gobernador General de la África Oriental italiana, convenció al Comando Supremo italiano para planificar una campaña de conquista de la colonia británica. En la madrugada del 3 de agosto de 1940, el general Guglielmo Nasi atacó Somalilandia con 30.000 soldados nativos, 5.000 italianos y 21 baterías de artillería. Los ingleses solo tenían 11.000 soldados, entre fusileros, camelleros, indios del Punjab y escoceses. El día 5, los italianos ocuparon el puerto de Zeila tras haber tomado el Fuerte de Loyada a los franceses, cortando así toda vía de socorro a la Somalilandia francesa. El 16 de agosto, las tropas británicas fueron evacuadas por mar y toda Somalilandia quedó en poder de los italianos hasta que a los pocos días los ingleses se recuperaron y, pese a su inferioridad numérica, contraatacaron derrotando a los italianos.

En los meses de enero y febrero de 1941, los italianos perdieron otra región, la Cirenaica de Libia. Esta rotunda derrota hizo que Hitler acudiera en socorro de las tropas italianas enviando un cuerpo de ejército de élite preparado para la guerra en el desierto: el Afrika Korps, compuesto de dos divisiones bajo el mando de uno de los más prestigiosos generales de la Wehrmacht, Erwin Rommel, que sería el segundo del general italiano Italo Gariboldi. Rommel llegó a Trípoli en febrero. Pese a la escasez de suministros, pasó enseguida a la ofensiva y derrotó a los británicos en Gazala, Tobruk y Marsa Matruh. Días después, logró afianzar la línea del frente e impedir que los italianos fuesen expulsados, poniendo en jaque a los aliados. Esas victorias le valieron a Rommel el sobrenombre de «Zorro del Desierto».

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El general Rommel inspecciona en 1941 el frente comprendido entre los sectores de Tobruk y el campamento fortificado de Sidi Omar. Foto: Shutterstock.

Rommel dedicó la mayor parte de 1941 a organizar y volver a formar a las tropas italianas, derrotadas varias veces por las tropas de la Commonwealth británica bajo las órdenes del general Richard O’Connor, quien dirigió la Western Desert Force entre 1940 y 1941 hasta que fue capturado por las tropas del Eje en Derna y enviado a un campo de prisioneros en el sur de Italia, donde permanecería durante dos años y medio. El general Archibald Wavell fue designado para reemplazarlo y aguantar el primer envite alemán en Tobruk.

Superioridad numérica

Desde el comienzo de la guerra, la superioridad numérica aliada fue aplastante. El ejército italo-alemán contaba con 120.000 soldados frente a los 250.000 aliados; 500 carros de combate contra 1.500; y 350 aeronaves contra 1.500 de la RAF. Los aliados disponían del triple de artillería que el Eje.

En la primavera de 1941, Rommel lanzó una ofensiva que expulsó a los Aliados de Libia, pero no pudo penetrar en Egipto. Dejó tras sus líneas el importante puerto de Tobruk que, aun cercado por tierra por las tropas del Eje, resistía bajo las órdenes de un general australiano, Leslie Morshead. El comandante en jefe aliado Wavell lanzó dos ataques para romper el cerco de Tobruk (Operación Brevity y Battleaxe), pero ambos fracasaron y ello le costó el mando: lo reemplazó el general sir Claude Auchinleck, el legendario «Auk» de las fuerzas de Oriente Medio, quien lanzó una nueva ofensiva entre el 18 de noviembre y el 30 de diciembre de 1941 para liberar la ciudad (Operación Crusader); su éxito permitió a los aliados reconquistar la Cirenaica.

Entretanto, el «Zorro de Suabia» aprovechaba cualquier ocasión para embaucar a los aliados con fake news. «Rommel seguirá retrocediendo y abandonará su posición en Mersa-Brega» es un ejemplo de bulo que circulaba a mediados de enero de 1942 tanto en Roma como en el Estado Mayor de Tripolitania, y llegó a oídos de Auchinleck en El Cairo: días después, sus agentes avisaban de que la ciudad y el puerto de Alejandría ardían bajo un ataque alemán. Auchinleck lo creyó, ordenó concentrar los esfuerzos allí para extinguir el fuego y salvar sus equipos y provisiones… y entonces Rommel, que solo había incendiado un par de almacenes vacíos y buques semihundidos a modo de distracción, atacó de veras, formando una tenaza en la carretera litoral Via Balbia con la 15.ª y parte de la 21.ª Panzerdivisionen por un lado, y por el otro con el resto de la 21.ª y la 90.ª división ligera: así sorprendió a los británicos, incapaces de coordinarse en el caos general. Ese día, el Afrika Korps les arrebató 12 aeronaves, 96 vehículos acorazados y 38 cañones, y capturó a más de mil soldados.

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Erwin Rommel. Foto: Getty.

En una clásica maniobra de Blitzkrieg, Rommel consiguió flanquear a los ingleses en Gazala y rodear Bir Hakeim entre el 26 de mayo y el 21 de junio de 1942, forzando a los británicos a retirarse para evitar una derrota total. Tobruk adquirió especial relevancia, ya que era la única ciudad que se interponía entre el Afrika Korps y Egipto. Tras un feroz ataque el 21 de junio de 1942, la ciudad se rindió a los alemanes, que hicieron prisioneros a unos 33.000 aliados. En pocas semanas, las tropas aliadas fueron derrotadas y los restos de su ejército se retiraron a Egipto.

Y llegamos al punto de inflexión de la Segunda Guerra Mundial. Del 1 al 27 de julio se libró la primera batalla de El Alamein, a tan solo 100 kilómetros de Alejandría. Pese a la clara superioridad numérica de los aliados, las tropas de Rommel resistieron atrincherándose alrededor de la estación ferroviaria de El Alamein, cercana a la costa, y minando todas las áreas circundantes. El abastecimiento de las tropas del Eje fue muy deficiente ya que no llegaban suficientes pertrechos desde Italia, pues los británicos se encargaron, desde Malta, de cortar el tráfico de los suministros desde la península italiana.

Por otro lado, los británicos estaban bien abastecidos y, para colmo, habían conseguido descifrar las comunicaciones secretas alemanas que se transmitían con la máquina Enigma. El propio Rommel admitiría que el General Sir Claude Auchinleck detuvo el avance alemán gracias a su habilidad estratégica. Pese a eso, el Estado Mayor británico destituiría al general inglés por motivos políticos, reemplazándolo por el general Harold Alexander, que nombró al general Bernard Montgomery comandante del octavo ejército, lo que supuso un vuelco importante en la estrategia militar británica.

Después de esta primera batalla en El Alamein, que quedó prácticamente en tablas con una pequeña ventaja de los aliados, Rommel organizó su última gran ofensiva, que se produjo entre el 30 de agosto y el 5 de septiembre de 1942 en Alam el Halfa, al sur de El Alamein. El general alemán achacó su derrota a la superioridad aérea de las tropas británico-neozelandesas, que redujo seriamente su capacidad operativa. Fue el primero de los muchos triunfos de Bernard Montgomery, y el verdadero punto de inflexión en una guerra donde los alemanes comenzaban a perder la iniciativa. Al mismo tiempo, se desarrollaba el sitio de Stalingrado. El Alamein y la ciudad rusa hicieron que el dominio alemán comenzase su declive hasta la derrota final.

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El engreído general Bernard Montgomery contempla el campo de batalla desde la torreta de un carro de combate durante la campaña del Norte de África. Foto: ASC.

La victoria o la muerte

Entre el 23 de octubre de 1942 y el 11 de noviembre se produjo la Segunda Batalla de El Alamein (Operación Supercharge). En sus memorias, Guerra sin odio, Rommel describe toda la campaña de África, y también la retirada de la Wehrmacht y la derrota de El Alamein en otoño de 1942:

«Las fuerzas de mi ejército estaban tan agotadas tras diez días de lucha, que eran incapaces de resistir otro intento del enemigo para atravesarlas. Debíamos contar con la aniquilación gradual del ejército. Ese día (2 de noviembre) envié a mi ordenanza (…) a que expusiera claramente al cuartel general del Führer que el escenario bélico africano estaba probablemente perdido, y exigiera total libertad de acción a la Panzerarmee. Sobre la una del mediodía llegó la orden del Führer, que rezaba:

“En la situación en la que usted está no puede plantearse otra cosa que no sea resistir, no retroceder ni un paso y lanzar al combate cada arma y cada combatiente que pueda obtener (…). Así que a sus tropas solo puede indicarles un camino: la victoria, o la muerte. Adolf Hitler”. Esa orden exigía lo imposible: hasta el soldado más convencido muere aplastado por una bomba aérea. Lo único que podía ayudarnos no eran órdenes, sino armas, gasolina y aeronaves (…) Tuve que ordenar que aguantáramos por orden de los máximos rangos. Me obligué a tomar esa decisión porque yo siempre había exigido obediencia absoluta y debía aplicármelo a mí mismo. Vistas mis experiencias posteriores habría tomado una decisión distinta. La primera injerencia del alto mando provocó en nosotros conmoción e infinita amargura al pensar en el magnífico espíritu del ejército, pues hasta el último soldado sabía que ni sus mayores esfuerzos invertirían el resultado de la batalla».

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El general Erwin Rommel atraviesa decidido una barrera de alambre de espino cerca de las posiciones británicas en El-Alamein a principios de noviembre de 1942. Foto: Shutterstock.

Pese a la férrea defensa planteada por Rommel, la escasez de material y suministros inclinó la balanza del lado británico. En la batalla decisiva, el Panzerarmee Afrika perdió 12.000 hombres y 350 carros de combate. Por su parte, los aliados sufrieron unas 23.500 bajas, entre muertos y heridos. Los británicos supieron explotar la victoria y otorgaron el título de Vizconde de El Alamein a Montgomery. Rommel escapó con su ejército rumbo a Túnez y evitó ser cercado durante su retirada. A partir de ese momento, solo pudo tender alguna que otra emboscada, pero no enfrentarse a los aliados en campo abierto.

El desembarco de las tropas estadounidenses en Marruecos y Argelia (Operación Torch) dio el golpe de gracia a la resistencia alemana. La última unidad en rendirse fue la 185.ª División paracaidista Folgore, que dio una lección de heroísmo. De los 5.000 soldados de la división, solo 300 sobrevivieron y Rommel les rindió este homenaje: «El soldado alemán asombró al mundo; el bersagliere italiano asombró al soldado alemán».

La campaña de África duró casi tres años y se saldó con una contundente victoria del ejército aliado dirigido por Bernard «Monty» Montgomery. Tanto el frente de África como el de Rusia pretendían cerrar la pinza de Hitler sobre las fuentes de petróleo de Oriente Medio: desde Alejandría y El Cairo, controlando el canal de Suez, hasta el Cáucaso. Adolf Hitler quiso abarcar demasiado, y su ceguera y cerrazón a la opinión de sus generales, sobre todo de Rommel, desembocó en la pérdida de ambos frentes: este fue el verdadero punto de inflexión en la Segunda Guerra Mundial, que se decantaría a favor de las tropas aliadas.

muyinteresante.es / Publicado por Javier Velasco Oliaga. Escritor. Verificado por Juan Castroviejo. Doctor en Humanidades
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