Para Walter Hare, del Regimiento de West Yorkshire, pisar una trinchera por primera vez fue una verdadera pesadilla. Su testimonio todavía resulta estremecedor: «Estaba hundido hasta las rodillas en el barro; nos dijeron que no teníamos que asomar la cabeza por encima del parapeto porque los francotiradores nos matarían al instante». Aunque lo que más le sorprendió fueron las gigantescas ratas que convivían con ellos. Visto así, podría parecer que aquellos agujeros infectos se construían a vuelapluma. Sin embargo, la realidad es que contaban con un diseño muy concreto que fue perfeccionado a lo largo de la Primera Guerra Mundial. Fábrica de muertos La Primera Guerra Mundial pasó de la velocidad al estancamiento. Ttras unos primeros progresos germanos a toda velocidad por...
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