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Vimos el desfile de cajas repletas de vacunas y fue inevitable recordar al Harry Lime de «El tercer hombre», aquel traficante de penicilina en la Viena de 1947 retratada por Carol Reed. La explosiva combinación entre los elixires envasados como primos hermanos de los botellines del minibar de un hotel y el inevitable porcentaje de gente ansiosa por recibir el chute, favorecía, cómo no, los tradicionales chanchullos. Pero si Orson Welles le imprimió al personaje Harry Lime ese toque de cinismo elegante, gracias a su ojos socarrones, a su faz rubicunda de criatura traviesa y sin embargo adorable, nuestros aprovechados patrios rezuman la mezquindad de los timadores cutres. La cruel realidad rebaja la magia del celuloide. Ya se han descubierto varios...
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