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Pablo, el abuelo de Sergio Vila-Sanjuán (Barcelona, 1957), era monárquico y periodista en «El Noticiero Universal», «La Vanguardia», «La Época», «La Esfera», ABC,… Católico de la doctrina social de la Iglesia, fue partidario de Eduardo Dato, a quien dedicó una biografía. Gracias al presidente más obrerista de la Restauración, «los institutos de previsión y el sistema de seguridad social que ha puesto en marcha, bajo la tutela del monarca, hacen más justicia social que mil bombas de sus anarquistas», opinaba. A Dato lo asesinaron en 1921 los anarquistas Mateu, Nicolau y Casanellas: acribillaron su coche desde una moto con sidecar. Gentilhombre de cámara de Alfonso XIII, Pablo Vila-Sanjuán vio en aquel magnicidio la demolición del regeneracionismo monárquico. Un siglo después, su nieto se pregunta si aquella frustrada «revolución desde arriba» hubiera hecho innecesaria la Dictadura, la República y la guerra. El abuelo Pablo agavilló en «Memorias de un cronista» las ideas-fuerza que hicieron de su hijo José Luis y su nieto Sergio monárquicos convencidos y convincentes. Publicista e historiador, José Luis Vila-Sanjuán apoyó a Juan III: «No fue estrictamente un activista, pero estuvo en contacto y excelente sintonía con las personas que sí lo eran, como Santiago Nadal, José Luis de Vilallonga o Antonio de Senillosa», comenta Sergio Vila-Sanjuán. Don Juan no pudo ser Rey «por sus deseos de democratizar España», decía su padre. El Conde de Barcelona, añade su hijo, «encarnó la garantía de la continuidad dinástica» y su abdicación «brindó a Don Juan Carlos la legitimidad que le faltaba para consolidar su papel crucial en la restauración democrática española».Cuando en marzo estalló el escándalo de Juan Carlos y Corinna, Vila-Sanjuán escribió un artículo para La Vanguardia que amplió con esas referencias familiares hasta dar a la imprenta «Por qué soy monárquico» (Ariel). Pese a la ofensiva antimonárquica, el autor destaca el periodo 1975-2000 como «el mejor momento de la historia española en mucho tiempo». En esos lustros, «ni siquiera la intelectualidad más alineada a la izquierda carga contra el monarca y, desde el nacionalismo catalán, el Rey es visto en círculos influyentes –aunque no hegemónicos– como un garante de la pluralidad del Estado», apunta. Del actual rey, Vila-Sanjuán valora su «rigor y calidez», que ha tenido que conjugar en este agitado sexenio caracterizado por la campaña independentista y «podemita» contra la Corona. El 3 de octubre de 2017, Felipe VI afronta un golpe contra el sistema constitucional como su padre lo hubo de afrontar el 23 de febrero de 1981. Tras el referéndum ilegal del 1 de octubre se dirige al país por televisión: «¿Qué pedía, que exigía el Rey? Una obviedad. Que se respetara la ley en Cataluña. ¿Qué ofrecía el Rey? Algo muy necesario: la convicción de que los catalanes no independentistas no seríamos olvidados ni dejados de lado», acota Vila-Sanjuán. Pinchar el globoFelipe VI recuperaba el territorio que, desde demasiados años, el Estado dejó expedito al secesionismo. El discurso del Rey, explica el periodista e historiador, «pinchó dos de los principales globos conceptuales del independentismo: la puesta en marcha de la “república catalana” se desarrollaría con el aplauso de los actores económicos, y que obtendría el reconocimiento casi automático de la comunidad internacional... Lo cual era una falsedad». De ahí que el Rey, como garantía de la unidad histórica, desatara las iras de quienes cuestionan una legitimidad refrendada por la Constitución del 78 y la Ley de Sucesión de 2014 votada en el Parlamento: «Los referéndums los carga el diablo, sobre todo si afectan a la estructura vertebral del Estado y cuando no existe el consenso del 78», advierte.La inmolación mediática del Rey emérito provocó que muchos españoles dejaran de proclamarse «juancarlistas». «Hasta ahora las élites no defendían la Monarquía porque no hacía falta, al contar con un amplio apoyo social; cuando Podemos e independentistas plantean el debate, las elites se posicionan con el Rey», subraya Vila-Sanjuán. Felipe VI ha vuelto a poner «la Monarquía al servicio del país, y no a la inversa. Y el deber dinástico por encima del sentimiento familiar… Tenemos Monarquía para largo», concluye.Por qué soy monárquico 1. Los países más prósperos y democráticos de Europa son Monarquías. 2. La Monarquía conecta tradición con modernidad. Proporciona estabilidad. Su utilidad y prestigio depende de la ejemplaridad y rigor que hoy encarna Felipe VI y la Reina consorte Letizia. 3. El activismo monárquico estuvo ligado a la democracia durante los tiempos del franquismo. 4. Gracias a la Monarquía, Cataluña goza del mayor autogobierno de los tiempos modernos. 5. La Monarquía impulsó en Barcelona las exposiciones de 1888 y los Juegos de 1992. 6. Con su discurso del 3 de octubre de 2017, Felipe VI garantizó el cumplimiento de la ley en Cataluña. 7. Moderación, continuidad y equilibrio frente a los radicalismos y populismos. 8. Mecanismos de regulación de la institución, como ha ocurrido con Don Juan Carlos. 9. La vocación de permanencia, como también sucedió en la Familia Real británica, acaba superando coyunturas adversas. 10. La aportación del Rey al Estado es muy superior a lo que cuesta al contribuyente. 11. Felipe y Letizia brindan una imagen internacional de seriedad, compromiso social, modernidad cultural y prestigio. 12. El monarquismo bien entendido es sobre todo un liberalismo.
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