Han pasado siete años desde que se escuchó por primera vez «Suéltalo» en una sala de cine. «Frozen» se convirtió en la película animada más taquillera de todos los tiempos, ganó un Oscar y su banda sonora se posicionó como el álbum más vendido del año. Fue un éxito sin precedentes, uno que ni sus propios creadores no fueron capaces de prever. Incluso tras haber desarrollado una secuela, que llegó el pasado viernes a la plataforma de Disney+, seguían sin saber qué fue lo que provocó el éxito de esta película protagonizada por dos carismáticas princesas. «Nos pilló completamente desprevenidos», reconoce a ABC el productor Peter del Vecho. «Frozen» aparecía en un buen momento para el estudio. Acaban de estrenar dos grandes éxitos: «Enredados» (2011) y «Rompe Ralph» (2012). Pero la película de Chris Buck y Jennifer Lee tenía algo especial. Además de las canciones (que fueron tarareadas por personas de todas las edades y nacionalidades), contaba con dos protagonistas que cautivaron a la audiencia. Eran princesas, sí, pero el hecho de haberse quedado huérfanas cuando eran niñas había provocado que fueran conscientes de la realidad que les rodeaba. Bueno, una más que otra. Frozen 2 De la mano de Anna, Disney habla del amor a primera vista, inocente y bobalicón. Con Elsa, trata la postura de una mujer comprometida con el que parecía ser su destino: ser reina de Arendelle. No tiene pareja, ni parece necesitarla ni esperarla. «En la primera entrega tomamos muchas convenciones de los cuentos de hadas y les dimos la vuelta de forma respetuosa», dice en referencia al enamoramiento de Anna, pero «el amor no es un aspecto de la vida de Elsa que nos interesara y parece que a ella tampoco». Muchos vieron en ella la posibilidad de ser la primera protagonista lesbiana. Algunos por el simple hecho de asociar el casposo estereotipo de que que si una mujer no se enamora de ningún hombre es porque es lesbiana; otros por la falta de un icono LGTB entre las princesas Disney. Sin embargo, la principal preocupación de la compañía era (y es) desarrollar historias que puedan llegar a cualquier rincón del mundo. Fue el miedo a no controlar sus poderes, a no entender quién es realmente lo que llevó a la comunidad gay a identificarse con la protagonista de «Frozen». «Es una señal de que hicimos bien nuestro trabajo. Elsa es un personaje que crece escondiendo algo que ella es», explicó Valentín Amador, animador de la compañía, a la redactora Lucía M. Cabanelas. «Las emociones pueden venir causadas por muchas cosas, en su caso por el miedo a no controlar sus poderes, pero que una chica lesbiana pueda entender ese miedo a ser ella misma está genial. Porque la esencia de la animación de Disney son las emociones con las que conecta, que luego la gente se las apropie para lo que ha sido su experiencia vital es muy guay. Por eso en Disney están encantados de que las lesbianas se identifiquen con Elsa», concluía.
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