La estética, en el cine de Xavier Dolan (Canadá, 1989), capta los temas de una filmografía atravesada por la problemática del conflicto familiar, la sexualidad o el paso del tiempo. Su atención por los detalles vulnera el simbolismo hasta el punto de que sus ocho filmes son una declaración de intenciones al servicio de un estilismo donde yace latente la sensualidad. «No me gustan las películas demasiado intelectuales. Yo vivo a flor de piel. Me gusta sentir cosas cuando veo películas. Sé que hay una tendencia ahora que pide frialdad, no sentir nada, pero no me atraen las historias contenidas. Yo prefiero conmover de manera sincera», apunta el cineasta. Xavier Dolan se ha convertido, pese a su juventud, en uno de los grandes autores del cine independiente, aunque prefiere huir de etiquetas. «Esta no es una “película gay”. Es la vida misma. Nunca decimos que hemos visto una gran película heterosexual o una gran historia de amor heterosexual», apunta en una entrevista con ABC. Dolan entró al cine en su adolescencia, y en su nuevo filme explora todo lo que ha vivido. «He aprovechado para mirar dentro de mí mismo de otra manera. Soy más cauto en mi trabajo porque quiero tomar decisiones artísticas. Mis películas anteriores eran más oscuras en color y tono, mientras que aquí todo tiene un tono más neutral». Todoterreno Xavier Dolan Escrita, coproducida, dirigida y protagonizada por Xavier Dolan, «Matthias & Maxime» cuenta la relación de dos amigos que descubren sentimientos insospechados. Maxime (Xavier Dolan) es un joven con una vida familiar turbia, que se ve agredido por el comportamiento violento de su madre mientras que Matthias (Gabriel D’Almeida) disfruta de una relación familiar más estable. «Muchos dicen que reconocen a sus madres en mis películas. Pero no hablo solo de madres, sino del origen de la vida. Las mujeres de mis películas y los individuos que las protagonizan tienen fuerza, problemas y comportamientos que son extraordinarios para explorar. Recuerdo mi adolescencia como una época de exploración, de encontrarte a ti mismo y, cuando eso ocurre, te puedes sentir confuso», desgrana el autor, que ha elaborado aquí su película más madura. Porque todo gira en torno a la despedida de la juventud de Maxime, que alcanza la edad adulta y necesita abandonar su entorno para buscar la felicidad en Australia, donde le espera algo parecido a un futuro. Pero hasta que diga adiós, el pasado se revuelve como un torbellino de sentimientos. «Me encantan los personajes crueles porque no son felices en su vida y no te permiten reflejar con claridad sus sentimientos interiores. Me gustan los personajes dramáticos que reaccionan fuerte contra su medio ambiente, contra sus amigos, personajes que luego van a sentir vergüenza de sus reacciones», añadió. Opiniones encontradas Desde su debut a los 20 años con «Yo maté a mi madre», a Xavier Dolan le persigue un tsunami de opiniones encontradas. El público debate sobre su cine como si hablaran de un partido de fútbol o de política. «Recibo halagos, pero también críticas y una carga enorme de odio. Entiendo alguna de las críticas que me hacen porque son comprensibles, constructivas, pero otras son estúpidas. Como director soy temperamental, pero como actor necesito ver y saber lo que hago. La única libertad que me permito se reduce a improvisar el diálogo, el resto de mi trabajo es preciso y controlado», confesó. «He pasado diez años intentando descubrir mi personalidad de autor en la crítica de otros, pero ya no siento esa necesidad. Quiero actuar y existir en los ojos de otros artistas y trabajar con ellos sin preocuparme de lo que piensan de mí». Dolan, reconocido por mostrar la homosexualidad frente a madres de distintas personalidades, se gradúa con este filme que llega a España través de la distribuidora Avalon. «Esta narración esconde una historia entre líneas. Los diálogos son importantes, pero los silencios también. Lo que más me importó en Matthias y Maxime fue cómo las personas se miran entre sí y cómo nuestras miradas y sonidos significan mucho más de lo que decimos. Lo que hay detrás de las palabras son los sentimientos reales de los personajes. No siempre hablamos sobre cómo nos sentimos, sino que lo mostramos. No soy fanático de los personajes que lo dicen todo», concluyó.
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