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De no haber sido español, que es un privilegio, y gallego, que es la mejor forma de ser inglés, me habría gustado nacer italiano. De entre los pueblos atrabiliarios me parece el más formidable, sabio y largo. Apena verlos zarandeados. Me atrae la decadencia perfecta de sus monumentos, la música de Monteverdi, Palestrina y Battiato, y su cine, en especial el de los maestros de mediados del siglo pasado. Uno de ellos es Vittorio de Sica, un caballero. También un bala, enganchado al naipe y mujeriego hasta rondar la bigamia (llegó a mantener dos familias en paralelo). Pero De Sica es al tiempo un héroe. En 1944 rodó para Orbis, la productora del Vaticano, «La puerta del cielo». A priori...
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