Palermo es un caos. Tal cual. Pocos lugares hay en Europa donde se conduzca peor. Es la ley de la selva y todavía más cuando buena parte de las calles de la capital siciliana están cortadas porque este sábado comienza el
Giro, casi sin tiempo a recuperar el aliento, porque todavía no hace dos semanas que
Tadej Pogacar levantó los brazos sobre el podio de los Campos Elíseos de París como ganador del Tour.
Pero aquí, al contrario de lo que sucedió en muchos pueblos y ciudades de Francia, la gente va con la mascarilla por la calle y no se puede entrar en la isla si un médico no comprueba la legalidad de un PCRnegativo. Y, de ello, ni se libraron los 176 participantes que este sábado toman la salida en la contrarreloj inaugural, unos segundos en juego, la primera barrera para muchos escaladores. Y también la primera oportunidad para dar un golpe de autoridad sobre la mesa del Giro para ciclistas, hábiles con el cronómetro, como es el caso de
Geraint Thomas, el corredor galés que ganó el Tour hace dos años y que se ausentó hace unas pocas semanas de la ronda francesa obligado a no molestar a
Egan Bernal en una ruta a París, que al final fue un desastre.
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