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Icon Cafe Cuando Ferrol resistió la invasión británica de 1800

Desde mediados del siglo XVII, los británicos tenían marcado Ferrol como un objetivo obligado para atacar en el norte de España. El 24 de agosto de 1800 lo intentaron con una flota de cien barcos y 15.000 soldados, cosechando una derrota sin paliativos a manos de las tropas locales (apenas 2.000) en la que se conoce como «Batalla de Brión». 220 años después de aquello, Germán Segura nos transporta al escenario de la contienda en su libro, «Año 1800. Ataque británico a Ferrol» (Galland Books - Central Librera), publicado recientemente y que cuenta con el impagable regalo de estar ilustrado por Augusto Ferrer-Dalmau, el pintor de batallas de nuestro tiempo. «Augusto es buen amigo, y aunque está muy ocupado con cuadros de mucha importancia, siempre tiene un pequeño detalle para los amigos», como el «Artillero en Doniños» realizado específicamente para la portada del libro. La obra, a su vez, tiene origen ferrolano, el del editor de Galland Books Lucas Molina, quien animó a Segura a conocer y contar este episodio a menudo olvidado de la historia militar española. ¿Qué tenía el Ferrol de 1800 para que estuviera en todos los planes bélicos de la Pérfida Albión? «Era el mejor arsenal naval de la península, aunque no fuera el que más barcos construyera», explica el autor, comandante de artillería, docente del Instituto de Enseñanza Militar del Ejército y doctor en Historia Moderna de España, «los espías británicos señalaban que el arsenal era cinco veces más grande que el mayor que tenían los británicos en Portsmouth, y no se explicaban cómo un país en decadencia había sido capaz de reorganizarse» y levantar una infraestructura como aquella. Incluso después del fiasco de 1800, los británicos «intentaron que su Armada atacara Ferrol, pero siempre se descartó por lo difícil de la misión». Para Segura, el Arsenal «es una obra impresionante en la que trabajaron nuestros mejores ingenieros», y que se emplazó en el interior de una ría protegida por dos fortificaciones en su bocana, los castillos de San Felipe, en Ferrol, y La Palma en Mugardos, en la otra orilla. La fortificación ferrolana fue una de las claves para resistir una fuerza invasora «muy fuerte» que desembarcó en las playas de Doniños y San Jorge aquel 24 de agosto de 1800 con el objetivo de «destruir el Arsenal de Ferrol». Portada del libro«En realidad la misión de la flota que comandaba el contralmirante John Borlasse Warren en el mar y el general Pulteney en tierra era otra», detalla Segura, «debían reunirse en Gibraltar con el comandante en jefe de la flota británica en el Mediterráneo, sir Ralph Abercrombie». Pero al paso por Galicia, recibieron el encargo de atacar Ferrol, una plaza que sabían amenazadora para el control de las aguas en la franja de la Península. No era fácil. Warren sabía que no podía entrar en la ría con sus navíos por la amenaza cierta de ser cañoneados por las fortificaciones que protegían la bocana. Y por si acaso, los españoles habían desplegado hasta cinco buques de la Real Armada, el «Real Carlos», el «Monarca», el «San Agustín», el «San Hermenegildo» y el «Argonauta», con el apoyo de varias cañoneras. Atacar Ferrol por mar no le saldría barato a los ingleses. Era, sencillamente, inexpugnable. El precedente de un ataque inglés a una posición española había sido la Toma de La Habana de 1762. «Entonces se culpó a la Armada por no salir de su ensenada para defenderse, se quedó dentro y fue destruida». Pero las circunstancias de Ferrol eran bien distintas. Infantería temible En un exceso de confianza —o de ignorancia respecto a la situación real de las tropas acuarteladas en Ferrol—, los británicos desembarcan unos 15.000 efectivos en una decena de regimientos y un cuerpo experimental de infantería ligera. «En aquel momento era la mejor infantería del mundo, dura, profesional, fogueada en combate, que si algo les iba mal saqueaban lo que fuera». Mientras que la española «dejaba mucho que desear», ya que el acuartelamiento estaba formado por «unidades reservistas», nada que ver con «la fuerza de choque del ejército español que estaba embarcada en la flota». Mapa explicativo de la invasión británica - GREGORIO SEGURA/CEDIDA Pero Warren y Pulteney erraron el cálculo. «Cuando atacas una plaza fuerte, la proporción atacante debe ser tres o cuatro a uno». Y en los primeros compases «había una neta superioridad británica», que fue corregida gracias a «la rápida movilidad española», desplazando refuerzos desde La Coruña y otro puntos próximos. El invasor británico realiza una táctica por la Graña y el primer día se producen los primeros combate entre las tropas. Al día siguiente, los españoles intentan expulsar a los ingleses hacia la playa «en clara inferioridad», y ahí se produce la ya famosa «Batalla de Brión», que concluye con un repliegue español hacia Serantes y la Malata. Fue entonces cuando Pulteney, por primera vez y desde el alto de Brión, contempló Ferrol y su fortificación. No correspondía con los informes que tenía, y pese a ello envió por tres veces a sus tropas contra San Felipe, «esperando que estuviera mal defendido». «Pero la guarnición estaba reforzada, fracasaron, tuvieron bastantes bajas y optaron por la retirada y el reembarco en sus navíos». Segura, que detalla en su obra minuciosamente el contexto histórico y el desarrollo de la batalla, lamenta que las tropas españolas bajo el mando del Conde de Donadío y el teniente general Juan Joaquín Moreno no optaran por hostigar en su huída al invasor para así menguar sus fuerzas. «El reembarque pudo ser desastroso para los británicos». Paradojas de la historia: a pocas millas de allí, en La Coruña, los británicos vivirían otro reembarco a la desesperada tras la Batalla de Elviña (1809). «Se les puede perdonar que no picaran el reembarque británico», excusa el autor, «por el nerviosismo que había entre la población civil, cundía el pánico y se llegó a temer que quemaran Ferrol como sucedió en Cádiz o La Habana». Uno de los protagonistas de aquella Batalla de Elviña fue sir John Moore, que curiosamente en 1804 había recibido el encargo de las autoridades británicas de atacar Ferrol. «Él replicó que necesitaba ir a la ciudad para ver el escenario con sus propios ojos, y junto a su hermano desembarcó de paisano haciéndose pasar por cazador», cuenta Segura, «subieron a la Graña y contemplaron la plaza que se había exigido tomar». No obstante, los lugareños empezaron a sospechar y Moore hubo de escapar precipitadamente. «Hizo un informe diciendo que no se podía atacar, que era una fortaleza muy bien defendida, que era difícil forzar la entrada con barcos por la ría sin haber ocupado uno de los fuertes que custodiaban la bocana». Toda contienda tiene protagonistas. La intentona británica de 1800 no es menos. La dirección militar española corría a cargo del Vicente María Quesada y Silva, Conde de Donadío y del teniente coronel Juan Joaquín Moreno. «Donadío no tiene una carrera muy conocida, estuvo en la campaña del Rosellón, pero también hay que pensar que nuestro ejército no había sido muy aguerrido en combate», detalla Gregorio Segura, «mientras que Moreno sí era un veterano; había estado en la defensa de La Habana y lo hirieron en el castillo del Morro, tenía la experiencia de cómo habían ido allí las cosas, estuvo más tarde en la campaña de la Luisiana en la Guerra de la Independencia norteamericana» y acabó sus días «como capitan general de Cádiz». Pero «más triste fue el destino de los barcos que defendieron Ferrol», se lamenta el historiador. «El Real Carlos y el San Hermenegildo se cañonearon uno al otro frente a la costa de Algeciras» en 1801 en una oscura noche, pensando que atacaban a un enemigo británico. No corrieron mejor suerte el «Argonauta» y «Monarca», que «fueron apresados en Trafalgar», mientras que «el San Agustín naufragó». Todos estuvieron en Ferrol y sus dotaciones participaron en la defensa de San Felipe, una gesta olvidada por muchos. «Si hubiera salido mal, como Gibraltar, estaríamos todavía llorando», apunta Segura, «sin embargo esto salió bien y poca gente se acuerda».

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