A las 10.11 minutos del lunes,
Ronald Koeman telefoneó al director de la
Federación Holandesa de Fútbol, Eric Gudde. Ya sabes para lo que te llamo, le soltó de entrada. Lo sabía, claro. Habían pasado menos de tres días desde la monumental debacle de Lisboa y en Barcelona el nombre del héroe de Wembley para reemplazar a
Quique Setién había aflorado durante el fin de semana. Es el ruido infundado que surge de una entidad tan grande como su desesperación, se dijeron entre sí inicialmente los dirigentes holandeses. Esta vez había sustancia, aunque en la federación no tuvieron constancia directa hasta el lunes.
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