Después de su formidable novela República luminosa , al recibir Vida de Guastavino y Guastavino, tan diferente, tuve la falsa impresión de que Andrés Barba con la beca en la Public Library de Nueva York, origen de este libro, se había tomado un descanso en su excelente trayectoria literaria. Es un descanso, sí, en cuanto invención de mundo, pues se acoge a un recurso bastante frecuente en escritores que toman prestada una vida real para novelarla. Lo han hecho Elena Poniatowska, Vargas Llosa, Juan Bonilla o Javier Montes. Pero en la elección del personaje ya hay mucho, pues no es lo mismo novelar a Leonora Carrington, Roger Casement o Maiakovski y Naoui Olin, que hacerlo con la vida de un emigrante...
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