Cervantes, durante su asentada en Roma en 1570 como mozo y ‘camarieri’ del joven cardenal (¿homosexual?) Julio Acquaviva, durante sus cinco años en manos de sus carceleros de Argel (¿sodomitas?) y durante su largo buceo en la cárcel de Sevilla (’piedra de depravación’), conoce confinamientos sin recursos ‘virtuales’. Precisamente en el camino de Roma Cervantes con su mejor trino de jilguero (en español) dijo de Barcelona (única ciudad real que aparece en el Quijote): «...albergue de los extranjeros, sitio de belleza única». Pues en ella estuvo, entonces, a sus 22 años, y 41 años más tarde. Cervantes aprovecha estos confinamientos, estas pausas en su vida, para darse a la Cábala hermética. Capta la diferencia de timbre y de cuerda que...
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