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Las dos caras de la milanesa Lucía Bosé se visualizaron en el «prime time» de la noche del viernes. A la misma hora en la que La 2 programaba «Muerte de un ciclista» , la obra maestra de Juan Antonio Bardem que protagonizó junto a Alberto Closas, Tele cinco emitía en «Volverte a ver» una entrevista inédita en la que la actriz daba rienda suelta a su lado más personal y espiritual. Carlos Sobera recalcó que la conversación, la última larga concedida por la actriz fallecida esta semana, se grabó «hace muy poco». No obstante, en la presentación precisó que la protagonista contaba en ese momento con 88 años. Por tanto, el encuentro fue registrado antes del 21 de enero, día en que sopló 89 velas. «Con este programa queremos rendir a esta mujer única y valiente, pero también a todas las familias que han perdido seres queridos estos días», añadió el presentador antes de dar paso al vídeo. Realmente, los avances del programa prometían más de lo que finalmente resultó ser. No se trató de una entrevista larga. Realmente, la mayor parte del programa se dedicó a recordar la bonita amistad entre Lucía y Danielle, que se reencontraron en el plató tras cuatro años sin verse, y que en todo ese tiempo solo habían charlado de vez en cuando, y de forma breve, por teléfono. Antes de ese reencuentro, Sobera charló unos minutos con la actriz. El hecho de que la entrevista se grabase hace unos meses, unido al fallecimiento esta semana de la actriz por coronavirus, produjo un curioso efecto en dos de las frases que dijo la madre de Miguel Bosé. Estaba hablando sobre su energía vital y su gran inquietud, cuando soltó: «Si te quedas encerrada en casa te vuelves una aburrida». Cabe recordar que Lucía vivió unos días de confinamiento –calculamos que unos seis– antes de ser ingresada en el que hospital en el que falleció. «Yo creo que soy de otro tiempo», fue otra de las reflexiones que cobraron un nuevo sentido escuchadas sabiendo que ha muerto. Estaba feliz La primera pregunta fue «¿cómo estás?». «Estoy en un momento muy sereno, muy feliz. Estoy encantada de la vida. Hago todo lo que más quiero. ¿Qué más quiero?», respondió la italiana. Vivía en Brieva (Segovia), un pueblo de 50 personas, en el que hacía «cosas creativas». «Lo que más me gusta es leer. Yo puedo leer cinco horas seguidas sin moverme», confesó. El «más ahí» «Lo espiritual es de las cosas más importantes», se arrancó Lucía. «No quiere decir que sea una beata», precisó inmediatamente. «Venimos de ahí y volvemos ahí, ¿tú que crees?», preguntó a Sobera, sin acabar de precisar qué era exactamente el «ahí». «Yo ya no sé ni lo que creo, tengo algunas dudillas», respondió el presentador. Pero Lucía tenía «clarísimo» que había un más allá o, mejor dicho, un «más ahí». El pelo azul, tras pasar por otros colores «No sé», respondió cuando le preguntaron por el significado del pelo azul. «Mi sobrina... Mi nieta –se corrigió–, Bimba era mi nieta, me puso amarilla, verde, roja, rosa... Y de repente me puso azul y me quedé azul». Peregrina a Santiago, con los pies destrozados La excusa para que Lucía Bosé acudiese al plató fue una sorpresa que le quiso dar una amiga francesa, Danielle. «Para mí es como si fuera mi hermana», dijo ésta de la actriz. Trabaron amistad un cuarto de siglo atrás, cuando recorrieron el Camino de Santiago junto a un grupo de amigos, entre ellos el ex marido de Danielle. «Es la imagen de la sabiduría. Es una persona tremendamente generosa. Me ha ayudado muchísimo cuando he tenido problemas», elogió la francesa, que llevaba cuatro años sin ver a su amiga porque se alejaron cuando se fue a vivir a Navarra. Del camino hacia la capital de Galicia recordaron varios episodios. Como aquella vez que Lucía, exhausta, se tiró en un lugar inadecuado: «Me tumbé en una plaza. Y me pasó un rebaño de ovejas encima. Y ni me inmuté. Cuando me levanté tenía encima de todo», recordó divertida. Como es tradicional en los peregrinos, la actriz sufrió con las ampollas: «Tenía unas heridas terribles en los pies», recordó Danielle, pero quiso continuar hasta abrazar al apóstol Santiago. Y lo logró. Entonces, Lucía tenía 63 años. «Yo le cuidaba los pies. Y como es muy religiosa, para ella tenía un sentido enorme que yo le cuidara los pies», rememoró la francesa. «Se me ha quedado el recuerdo del camino en las piernas, en las rodillas», añadió la italiana, a la que aquella experiencia caminante le dejó secuelas físicas. Danielle no es tan religiosa como lo era Lucía, pero cree en la reencarnación. Y sostiene que el vínculo que las unió durante 25 años nació en una existencia anterior. «En otra vida fuimos prostitutas», sostuvo la francesa, mientras Lucía, más fina, prefirió decir «señoritas de vida alegre». ¿En quién se habrá reencarnado Lucía en esta ocasión? Como el programa no era en directo, Sobera no se lo pudo preguntar a Danielle. Una gallina en Lourdes Las dos amigas también fueron juntas al santuario de Nuestra Señora de Lourdes, en la tierra natal de Danielle. Por lo que contó Lucía, la experiencia resultó bastante frustrante por la masificación, pero les quedó un recuerdo curioso. De regreso, se toparon con un perro que estaba atacando a gallinas. «Salvamos a una, que al llegar puso un huevo. Y hoy sigue viviendo y sigue poniendo huevos», celebraron divertidas. La «bautizaron» como «La gallina Lourdes». «Aprovechad bien el tiempo. Juntaros mucho», las despidió Sobera. Pero la muerte ha truncado la recuperada relación. Al menos por ahora. Porque seguro que Danielle cree que se reencontrarán en otra vida. Y a buen seguro que Lucía lo creía también.
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