Uno de los divertimentos del español medio, al inicio de la cuarentena, fue rebuscar en las estanterías de casa. En ellas, aparecieron libros a los que se había dado perdidos, recuerdos de viajes pasados o fotografías antiguas. Justo en el estante de las cintas VHS, había un retrato de una que escribe disfrazada de Cenicienta. Mi madre y yo pasábamos horas delante del televisor esperando mi momento favorito de la película que se estrenó en 1950: «Bibidi Babidi Bú». Apenas sabía hablar, pero esas palabras las vocalizaba a la perfección. Pero no fue lo único que aprendí de «Cenicienta» (1950), también teníamos que limpiar la casa como ella. Porque, como afirma el modelo pedagógico de imitación, si los pequeños desarrollan un vínculo personal con un sujeto, es más fácil que imiten sus actos. Con el tiempo, y por suerte para mi hermano -cinco años- mayor, cambiamos a «Cenicienta» por «Aristogatos» (1971). Mientras que él prefería a Berlioz, yo imitaba a Marie cuando cantábamos al unísono «Todos quieren ser ya gato jazz». Con canciones como esta, supimos valorar a los amigos de nuestros padres y descubrimos que había música más allá de Mecano y de Duncan Dhu. Por suerte para los seguidores de esta película, «Los Aristogatos II», la secuela planteada para ser estrenada en 2007, nunca llegó a ver la luz. En ella, querían contar cómo Marie, tras seguir a un gatito hacia un crucero, se perdía y toda su familia iba a rescatarla. Cambiamos el jazz por el positivismo de «Hakuna Matata», de «El rey León» (1994), y «Lo más vital», de «El libro de la selva» (1967). Incluso alguna vez utilizamos frases de estas canciones para posponer tareas del colegio o labores de la casa. «Hakuna Matata», cuyo título significa «sé feliz», fue compuesta por Elton John y tuvo un gran impacto cultural. No fuimos los únicos que repetíamos esas palabras una y otra vez. La canción se coló entre las más escuchadas de las emisoras musicales y la película recaudó casi 900 millones de euros por todo el mundo. Hace apenas un año, se pudo ver la versión en acción real, la cual superó la taquilla de la original con una recaudación de 1.530 millones de euros. «Lo más vital», además de lanzar un positivo mensaje, fue la única composición que se mantuvo del borrador previo de la película que nunca llegó a producirse. La adaptación, tanto de la música como de la letra, la realizó el cantante Terry Gilkyson. En 1967, fue nominada al Oscar a la mejor canción original pero la estatuilla se la llevó Talk To The Animals de «Doctor Dolittle». «El libro de la selva» también cuenta con su reinterpretación en acción real, ambas dirigidas por Jon Favreau. Junto a «Aladdin» (1992) y lejos de estar interesados por el tinte amoroso de la película, pasamos horas fascinados por la idea de cambiar radicalmente una vida y riendo a carcajadas por las ocurrencias del Genio y Abu. Pese a que gran parte de los espectadores preferirían cantar «Un mundo ideal», y lo harían de nuevo con adaptación protagonizada por Naomi Scott y Menna Massoud, en casa repetíamos hasta la saciedad «Príncipe Ali». Sin embargo, desde el estreno del live action, «No hay genio tan genial» ha tomado un mayor protagonismo. «Cuando regresé al estudio, tenía claro que quería dejar mi huella en esta adaptación y quería que reflejara la evolución de estos casi treinta años. Creo que esta canción era la adecuada para darle un toque fresco», dijo Alan Menken, compositor de la banda sonora original y de la adaptación, a este periódico. Aunque el verdadero soplo de aire fresco fue el empoderamiento de Jasmine.Disney también apostó por enseñar el valor de la amistad y dejar claro que aquellos que un día son solo amigos pasarán a ser también, con el tiempo, familia. Ese espíritu lo reflejan «Por donde tú vayas», de «Peter Pan» (1953), y «Hawaiian Roller Coaster Ride», de «Lilo Stitch». Hay casi cincuenta años entre ambas películas y sus equipos parece que poco tienen que ver, pero estas canciones llegan en el momento adecuado para sus protagonistas. Uno en el que necesitan un refuerzo de esperanza y eso es lo que transmiten a aquellos que las escuchen fuera de ese contexto. La compañía de Mickey Mouse también estuvo presente en nuestros primeros romances, esos en los que había más inocencia e ilusión que verdadero amor. Llegamos a la adolescencia cantando y fantaseando como temas como «Bésala», de «La Sirenita» (1989), o «No diré que es amor», de «Hércules» (1997).La última canción que ha conquistado el corazón de los aficiones a Disney es «Suéltalo». La canción principal de «Frozen: el reino de hielo» (2013) nos ha permitido conectar con los más pequeños de la casa mientras simulábamos tener superpoderes como los de Elsa. Robert Lopez y Kristen Anderson-López, compositores de la canción ganadora de un Oscar, están convencidos de que el éxito de la canción se debe a una sencilla razón: «La escribimos para nuestras hijas y no paramos hasta que a ellas les encantó». Son muchas las canciones de Disney que no están incluidas en este artículo, y son muchas los recuerdos que se han quedado impregnados en esas composiciones.
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