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Thumbs up La sorprendente historia del «olvidado» pueblo español que vive dentro de Francia des

En 1948, el autor de «Los renglones torcidos de Dios» y director de ABC, Torcuato Luca de Tena Brunet, escribía en este diario: «La antiquísima villa española de Llivia es una isla de tierra nacional olvidada más allá de los Pirineos, a varios kilómetros de la frontera española. Es la capital más septentrional de las comarcas nacionales, una de las más ilustres y antiguas. Y, por desgracia, una de las más desconocidas. Un faro de España en Europa que ha sobrevivido a tratados y convenciones colgado de la provincia de Gerona, como un náufrago a la rama salvadora que no se desgajó nunca del tronco nacional».No era la primera vez que ABC se refería a este curioso pueblecito español que se encuentra, desde hace 361 años, en medio de Francia y rodeado completamente por territorios galos, como si de Asterix y compañía se tratara. Es lo que se denomina un «enclave» y está situado a cinco kilómetros de Puigcerda, la frontera oficial entre España y Francia, aunque pertenezca a la provincia de Gerona. Así ha permanecido durante casi cuatro siglos, resistiendo hasta épocas muy recientes la hostilidad por parte del Gobierno de París. «Llivia, objeto de discriminación por parte de Francia», podía leerse en nuestra edición madrileña en mayo de 1977, donde se explicaba que, «una vez más, el enclave español vuelve a ser noticia ante la reiterada actitud francesa de frenar todo lo que significa desarrollo y prosperidad para esta comunidad española situada en el país vecino. Los vecinos han denunciado la retención por parte del Gobierno galo de un millón de dólares que España había entregado a este pueblo para que construyese un paso a nivel».A lo largo de esa década, otros titulares similares dieron cuenta de la actitud de Francia con respecto a los vecinos de Llivia, en una época en la que todavía no existía la libre circulación de la Unión Europea. Podría decirse que los llivienses vivían casi encerrados en su pequeño municipio de 12 kilómetros cuadrados. «Francia priva de agua a Llivia», «La actitud de París con respecto a Llivia supone una violación unilateral del tratado de 1886» o «Se suprime por fin el régimen especial de intervención económica» que, «desde hace treinta años, prohibía a los vecinos de Llivia abrir un nuevo establecimiento comercial en su enclave» son solo algunos de los ejemplos. Tratado de los Pirineos (1659)Como enclave con soberanía española dentro de Francia, donde se habla el español y catalán a parte iguales, Llivia se encuentra rodeada de 45 hitos fronterizos que solo un cartógrafo podría localizar hoy. Pero que, a pesar de todo, marcan la pequeña frontera circular de este reducto que, como explicaba otro enviado especial de ABC al municipio en 1972, contaba con «un monte, dos ríos, tres pueblos [Cereja, Gorguja y la propia Llivia], cuatro puentes, varios senderos y poco más de un millón de habitantes». Según el censo de 2019, ahora son exactamente 1.417 vecino, que tienen el inmenso orgullo de contar con la farmacia más antigua de Europa –recientemente convertida en Museo–, fundada en 1451. ¿Cómo llegó Llivia esta peculiar situación política y geográficamente? Ocurrió en 1659, con la firma del Tratado de los Pirineos entre Felipe IV y Luis XIX, que clausuró el conflicto iniciado entre ambos países un cuarto de siglo antes, durante la guerra de los Treinta Años. Este acuerdo afectó a la frontera, hasta el punto de que el Rosellón, el Vallespir, el Conflent-Capcir y treinta y tres lugares de la Cerdeña se convirtieron en una provincia francesa. De hecho, a partir de ese momento, Francia comenzó a ocupar un papel de primera potencia, mientras España profundizó en la crisis que ya padecía. El hecho de que Llivia se quedara bajo la soberanía de España «se debió al tesón con que lo defendió Miguel de Salvà [consejero y diplomático de Felipe IV], durante las conversaciones que se mantuvieron en la Cerdaña para acabar de definir el reparto de territorios entre las dos monarquías», según explica Joan Capdevila en «Historia del deslinde de la frontera hispano-francesa» (Centro Nacional de Información Geográfica, 2009). El historiador catalán recuerda también como el Acuerdo de Llívia, que se cerró un año después, intentó imponer que el municipio no pudiera ser fortificado. La cláusula fue muy mal recibida en Madrid y se reclamó a París su anulación, que fue aceptada a mediados de abril de 1661. Como la frontera coincidía con el término jurisdiccional de la villa y esta se encontraba por completo rodeada de territorio francés, se acordó establecer un camino que uniera el enclave con Puigcerdá, en España. A pesar de ello, la existencia de este pueblo español en medio de Francia pasó desapercibida para el resto de españoles. En 1957, tras un viaje al municipio, el escritor Luis de Armiñán se preguntaba en ABC: «¿Hemos olvidado los españoles a nuestra fiel Lluvia? Sí que la hemos olvidado un tanto. La hemos dejado un poquito al margen y quizá por ello son cada vez más españoles. No cuidamos muchos de sus caminos, no le dimos buena luz ni abundante agua. Quizá ha llegado el momento en que derramemos sobre su emocionante españolismo un chorrito del género nacional, para mostrarles que nuestro amor corresponde al suyo». En 1972, otro enviado especial, planteaba la misma cuestión: «Seguramente puedan encontrarse en nuestro país muchas personas de carácter cultivado, e incluso avezadas en la geografía, que no hayan oído hablar jamás de un territorio de soberanía española dentro de la República francesa». Y en 1981, seguíamos llamándola «una localidad no muy conocida por los españoles». Fueron los mismo habitantes de Lluvia, en las conferencias de Figueres entre 1665 y 1668, en la que se reunieron comisarios de ambas Coronas, quienes solicitaron que se les reconociera formalmente sus derechos sobre territorios que habían quedado en zona francesa. Véase, por ejemplo, el canal, la montaña de Carlit, la ermita de Belloch y el usufructo del bosque de Bolquera. Como era de esperar, no obtuvieron respuesta ni insistencia desde Madrid. . En 1732 se delimitaron por fin las parcelas de Llivia. Hasta ese momento, los límites que marcaban este pequeño enclave español no se habían definido claramente, de manera que los propietarios franceses cuyas tierras se encontraban dentro del término no eran consideradas a efectos fiscales por España. Estos nuevos límites se basaron en antiguos mojones y en las descripciones medievales de los territorios de los pueblos. Muchos mojones, sin embargo, fueron unidos mediante líneas rectas, lo que abarcó varias fincas francesas y acabó provocando las protestas de estos. La fuerza de LliviaA finales del siglo XVIII llegaron a Llivia los rumores de que la soberanía de su municipio podía ser ser cedida a Francia. A los vecinos no les sentó muy bien y reaccionaron rápidamente enviando una carta a Floridablanca, secretario del Despacho de Estado español, en la que argumentaban su españolidad. Surtió su efecto, por el Gobierno presionó desde Madrid y el proceso se frenó. El problema tuvieron en 1857, lo que provocó que Fernando del Pino, diputado por Puigcerdá, escribiera alarmado al presidente español. A los pocos días le llegó la respuesta, en la que se negaban los rumores y, para su tranquilidad, le comunicaba que su intención era velar por los intereses de todos los habitantes, estuvieran donde estuvieran. «Podemos apreciar que tanto la posibilidad de ser incorporados a Francia como la presión realizada por sus vecinos siempre han alertado a los de Llívia. Durante el cordón sanitario francés de 1821 estos se quejaron de que los franceses habían aprovechado para mover mojones y usurpar tierras», cuenta Capdevila en su libro. Otro ejemplo de esas presiones fue el caso del camino que los franceses quisieron abrir a través del término de Llivia, con el objetivo de conectar el valle de Querol con la comarca de Coll de la Perxa. Para parar esa obra, que ya estaba procediendo a los desmontes necesarios en el interior del término español, los locales tuvieron que hacer uso de la fuerza. En el otro tratado firmado entre ambos países en 1866, el artículo 21 garantizaba el paso libre de los franceses a través de Llivia, y de los españoles entre Llivia y el territorio español, a través del camino neutro que les unía con Puigcerdá. El artículo 24, por su parte, les dio libertad de paso a los españoles por algunos caminos para ir a cortar leña al Bac de la Bolquera. Y otros puntos añadían nuevos permisos, aunque Francia siguiera negando la fortificación del municipio. La visita de Alfonso XIIIFue en 1910 cuando el enclave apareció citado por primera vez en este periódico, en una pequeña reseña donde se informaba que Dolores Venera había sido autorizada para usar en España el título de condesa de Llivia concedido por el Papa. Y no volvió a ser citado hasta 1924, con motivo de la visita del Rey Alfonso XIII para inspeccionar precisamente «las obras de la carretera internacional» que le unía con España. Desde entonces el estatus de Lluvia nunca cambió. Sigue siendo un municipio español dentro de Francia. Si uno quiere visitarla, tiene que pasar obligatoriamente por territorio galo. Así le ocurrió al mismo Franco el 11 de febrero del 39, dos meses antes de que ganara la Guerra Civil. Tuvo que pedir permiso al primer ministro Albert Lebrun, del Partido Republicano Radical, para ocuparla, puesto que tenía que acceder al país vecino para hacerlo. Este se lo dio y los soldados nacionales no encontraron resistencia dentro.

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