Hace un año la vida de
Elisabet Grané tuvo una triple sacudida: la pandemia la dejó sin trabajo, se llevó a la abuela de su pareja y la sumió en un cuadro de ansiedad. Las estrecheces económicas le hicieron plantearse dejar el rugby, pero precisamente este deporte fue la constante que la ayudó a tirar adelante. Por eso rompió a llorar de emoción cuando le dijeron que podría volver a competir. Tras estar casi un año desempleada, este miércoles empezó a trabajar de nuevo y el sábado debutará con el Sant Cugat B en la División de Honor Catalana Femenina, parada desde marzo, en el retorno de las competiciones de ámbito catalán.
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