Rebecca Solnit (Bridgeport, Connecticut, 1961) siempre quiso ser escritora, no musa. Y, desde que fue consciente de la carga de profundidad de aquella decisión, tomada mientras vivía en un minúsculo piso de San Francisco a cuyo alquiler pudo optar gracias a su madre, luchó, al principio en silencio y, después, públicamente, contra todos esos hombres encaramados al púlpito de la creación con las mujeres condenadas a ser su público. Para ello, se entregó a la escritura de no ficción, la única, a su entender, que permite sacarle los colores a una sociedad llena de convencionalismos y supuestos. Y lo hizo desde los márgenes, geográficos y emocionales. Sólo así pudo averiguar quién era realmente, y qué quería. Un proceso largo y costoso,...
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