La poesía de Francisco Brines, breve pero no tanto como la de Jaime Gil de Biedma, compañero suyo de generación, participa del mismo concepto de rigor que la de éste: como él, como Calímaco y como Catulo, detesta tanto el méga Biblion – el libro voluminoso- como el carmen perpetuum (el poema sin fin). De ahí que en "Las Brasas", premio Adonais 1959, publicado en 1960, hace ahora sesenta años, optara por una forma de dicción próxima al epigrama, a la que nunca renunciará, y que, en "Palabras a la oscuridad" (1965), siguiera la longitud y tematización propias de la elegía. [Francisco Brines gana el premio Cervantes 2020] Porque Brines es, sobre todo, un poeta elegíaco para quien la materia poética es...
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