Sean Connery es, quizá, el actor que más juventudes ha tenido, maduro siempre. El de vigencia más improbable. No todos pueden trabajar con Hitchcock entre James Bond y James Bond ni sobrevivir a un personaje que detendría o desviaría la carrera de cualquiera. Se ha pasado cuatro décadas teniendo cuarenta años, de los treinta a los setenta, más o menos, con el reloj parado. O haciéndolo avanzar más despacio que el resto. O simplemente mejor. Quizá para alcanzar el verdor eterno ayude envejecer antes de tiempo. Cuajar, digo. Perder el pelo pronto, renunciar cuanto antes al postizo; parar, sólo entonces, de contar. Dejar que la flema haga el resto, el gesto impecable, la mirada sardónica, el alzamiento de cejas. Y...
[Solo los usuarios registrados y activados pueden ver los enlaces. Haga clic aquí para registrarse ... ]
[Solo los usuarios registrados y activados pueden ver los enlaces. Haga clic aquí para registrarse ... ]