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El reto del folio en blanco para los escritores en cuarentena

Muchos escritores se recluyen cual eremitas para abordar cada nueva obra. Pero estos días quienes se dedican al oficio literario viven un nuevo confinamiento, el obligado. ABC ha preguntado a un grupo de autores cómo se enfentan a la escritura mientras el mundo que hasta ahora conocían se derrumba en el exterior.Enrique Vila-MatasLe oí comentar a Millás en la radio que si algo nos había conmocionado era que aquello que habíamos estado viendo en la televisión y tan lejano nos parecía (la epidemia china) lo teníamos de pronto entre nosotros. Es lo mismo que pensé, me dije, viendo «Casa vacía del estornino», la exposición de enero de este año de Tom McCarthy en la Whitechapel de Londres. En ella, el novelista británico advertía que nuestros sistemas de control y vigilancia de masas nos parecían seguramente sólidos, pero en cualquier momento podían derrumbarse, porque tenían fallos. De hecho, el problema de vivir en el sistema en el que estábamos instalados, nos decía McCarthy, era que había errores en él que aún lo convertían todo en más terrible. Una de las imágenes más angustiosas de la muestra de la Whitechapel era ese búfer o circulito que a veces gira en nuestro ordenador y que nos da a entender que algo ahí no funciona, no conecta, lo que nos crea una ansiedad tremenda. Yo sé que mentalmente la lenta llegada del virus a nuestro país vino precedida para algunos de nosotros de una imagen parecida a la de ese búfer que giraba y giraba y que iba avisándonos de un desastre indefinido que nunca llegamos a pensar que sería un crack de todo el sistema, hasta el punto de dejarnos recluidos en nuestras casas, con días enteros sin pisar las calles. Hasta ahí no llegábamos, pero hemos llegado. Y ahora, de cara a los meses que siguen, sólo nos queda confiar un tanto ilusamente en que suceda lo que suele ocurrir en las situaciones extremas en las que todo está en juego y uno sigue viviendo o escribiendo como si no pasara nada.Elvira NavarroEsto es lo más parecido a una guerra, a un apocalipsis, a una plaga bíblica que hemos vivido nunca. Sólo los muy ancianos guardan memoria de una catástrofe colectiva. Todo eso me digo tras pegarme atracones de noticias que son como heraldos del fin de los tiempos. En esas condiciones no hay quien escriba. Las mañanas y las tardes en las que me limito a algún titular tranquilizador, consigo concentrarme, pero sólo hasta que abro Twitter. Sin embargo, mientras leo «La amiga estupenda», de Elena Ferrante, retrato de una Italia pobre donde la muerte y la enfermedad eran el pan nuestro de cada día, al igual que lo fue en España hasta hace muy poco, me digo que simplemente se trata de que no tenemos memoria, pues la vida siempre fue un estado de excepción. Eso modifica no sólo mi relación con la escritura, sino con el mundo. Con nuestro estúpido y soberbio mundo.Agustín Fernández MalloComo viajo tanto por trabajo literario, cuando regreso a mi casa suelo salir muy poco, así que en ese sentido no ha cambiado tanto. La escritura aparece y desaparece con la misma fluencia de siempre, si bien es inevitable tener al virus y sus efectos presentes en tus pensamientos. Por ejemplo, hoy, mientras miraba por la ventana, me di cuenta de que nunca había visto a la gente sola por la calle, sin nadie a su lado, parecía una ciudad de incomunicados autómatas, desconectados; los únicos que ya van juntos son los animales: bandadas de palomas, los perros que pasean en grupo, etc. Y eso me dejó un tanto estupefacto, y sé que algún día de estos lo desarrollaré de algún modo en alguno de los libros que tengo entre manos. Por otra parte, son días en los que mi mujer, Pilar Rubí, y yo, hemos aprovechado para terminar un proyecto sonoro, «Revinientes», que habíamos comenzado a grabar en casa hace un año. Lo hemos subido a una web y a Soundcloud, Twitter, Facebook, etc.Marta SanzMe parece que yo llevo escribiendo toda mi vida sobre enfermedades, pandemias y endemias: las amorosas en «El frío»; las del proceso de construcción de los cuerpos de las mujeres, desde el complejo y el mito, en «La lección de anatomía»; las del dolor físico y la contractura social en «Clavícula»; las del alzhéimer colectivo en «pequeñas mujeres rojas»... Siempre enfermedades, públicas o privadas, abordadas con sentido del humor. Vitriolo. Así que, hoy, me he atado la mano derecha a la espalda para no caer en un bucle infernal. La situación que vivimos es demasiado invasiva -no me gustaría decir «inspiradora»- y me pasaría el día escribiendo, pero intento no hacerlo: solo alguna cosa con una intención terapéutica y festiva. Más adelante, cuando tomemos distancia y reflexionemos sobre lo que ha sucedido, saldrán libros interesantes. Mientras tanto, intento ayudar a la gente que quiero -y en estas situaciones nos queremos todos mucho-, ordeno, leo, veo la tele - con los anuncios alucino- y hago gimnasia, pilates y bicicleta. Me voy a transformar en una especie de Simone Biles quincuagenaria.Lorenzo SilvaA mí el virus me ha pillado casi confinado desde tres meses atrás, que así es como escribo mis novelas y también la que acabo de terminar. La situación actual no es más que una prórroga de lo que suelo vivir tres meses al año, con la ventaja de que en esta ocasión en la casa de Illescas donde me encierro a trabajar está mi familia, a la que puedo así ver durante todo el día. Eso me trae también alguna distracción, qué duda cabe, y sobre todo con una niña de siete años, pero sé escribir con distracciones. Tengo cuatro hijos, más de una vez he tecleado con alguno sentado en las rodillas y durante muchos años tuve otros trabajos al margen de la literatura, a los que tenía que arrancarles las horas con dificultad. Esta concentración, mientras la salud no merme, y mientras tenga ideas, que nunca faltan, a mí no me viene mal, sino todo lo contrario.Soledad PuértolasEl confinamiento personal me resulta llevadero, ya que estoy acostumbrada. Sigo escribiendo a las horas de costumbre. Tengo varios proyectos en marcha, así que el día transcurre lleno de cosas. Me gusta estar en casa. Pero el ambiente que nos rodea influye en el estado de ánimo. Por supuesto, estoy pendiente de los seres queridos a quienes ya no veo directamente. Me gustaría poder prestarles más apoyo y disfrutar de su compañía. ¿Cómo convivir con esa sensación?, eso es lo difícil.Alejandro PalomasLa concentración, tanto en la escritura como en la lectura, es complicada, porque hay una parte de mí que está focalizada en la actualidad y la actualidad me aleja de lo íntimo. Es como si tuviera a alguien acechando al otro lado de la puerta, dispuesto a llamar en cualquier momento y eso me inquieta y me aleja de la música que persigo. No es un buen momento creativo, aunque sí lo es para el autocontrol y para mirarme desde arriba, buscando qué es lo que quiero evitar de mí.Julia NavarroMiro a través de la ventana con nostalgia. Estoy escribiendo una novela, la octava, y paso delante del ordenador quizás más horas que nunca. ¿Que cómo lo llevo? A ratos, como todo el mundo. El único alivio es la lectura. Las horas del día las reparto entre escribir y leer, ejercicios de yoga y, sobre todo, rebuscando dentro de mí la paciencia de la que normalmente suelo carecer. Soy hiperactiva y una cosa es estar en casa escribiendo y otra no poder salir de casa, así que hay momentos en que me cuesta concentrarme porque mi imaginación vuela hacia otros lugares: un amanecer frente al mar, el silencio de la montaña, la belleza de Venecia, el bullicio de Sevilla… No sé si el encierro tendrá algún efecto en la novela que estoy escribiendo, pero si lo tiene ojalá sea para bien. Vuelvo a mirar por la ventana y la calle está vacía y ese vacío es un espectáculo estremecedor. Bajo los ojos a la pantalla del ordenador. La novela me espera.Fernando AramburuLlevo una década consagrado a la creación literaria en casa, en una situación similar al confinamiento. Es lo que tradicionalmente se ha llamado hacer vida hogareña. Salgo muy poco a la calle. Lo que ha cambiado para mí con el coronavirus es la cancelación de los numerosos viajes que tenía acordados. Todos esos días, que no iban a ser pocos, en que iba a estar fuera los pasaré en casa, lo que redundará en beneficio del trabajo de escritorio. Supongo que este año, si nada se tuerce, escribiré más páginas que en otros.Patricio PronLas medidas draconianas con las que el Gobierno ha decidido hacer frente a la pandemia me pesan mucho en el ánimo, entre otras cosas, porque me recuerdan situaciones similares vividas en Argentina durante los veinticuatro años que viví allí. Una buena cantidad de actividades que iba a hacer desde marzo y hasta junio (y que me alegraba mucho poder hacer) se han cancelado, y no soy especialmente optimista en relación a las de julio, aunque mi situación me preocupa menos que la de muchos amigos (profesionales independientes, libreros, editores, actores, actrices, curadores, músicos; hay más) que viven en -y de- la precariedad de unas industrias culturales a las que las medidas pueden hacer mucho más daño que la crisis de 2008. De forma más general, me preocupa la reducción de unos ámbitos que, desacertada pero, en ocasiones, también, acertadamente, eran el refugio de algo parecido a una manera crítica de ver el mundo, y me preocupa mucho la docilidad con la que todos hemos aceptado lo que Paul Virilio llama «la administración del miedo», una forma de gobierno que se basa en la limitación de derechos fundamentales como el derecho a la libre circulación, el derecho de reunión, el derecho a la educación y el derecho al trabajo, que tiende a reforzarse con cada nueva crisis. No es un secreto que las sociedades muestran su verdadero rostro con la emergencia, y el rostro que la nuestra está exhibiendo me preocupa extremadamente. Así que estos días hago lo que puedo: leo, escribo, observo, amo: trato sobre todo de no perder lo que no nos han quitado todavía, ni hemos entregado gratuitamente del todo, que en mi caso son la voluntad y la actitud crítica.[Cinco novelas para leer durante la cuarentena]

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