Ni un alma deambulaba por un fantasmagórico Camp Nou, desértico debido a la pandemia. Ni un solo turista, claro. Por no haber, no hay ni césped en el estadio ya que se está cambiando de cara a la próxima temporada. Cuando apareció Ronald Koeman, tras firmar su contrato por dos temporadas (hasta el 2022, ninguno de ellas supeditada a las elecciones) había tierra quemada a su espalda cuando posaba para las tradicionales fotos en el palco junto al presidente Josep Maria Bartomeu. Tal vez, sea una metáfora del actual Barça, un equipo triste y acabado, que se pone en manos de un héroe para reconstruir la obra demolida en Lisboa.
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