“alfa”.
“ALFA”.
Finalmente ha llegado la primavera…, estiro cada centímetro de mi cuerpo y dejo que el sol acaricie mi piel desnuda llenándome de calidez. Ha sido un invierno largo. Una brisa del sur me revuelve el pelo y me sumerjo bostezando en un sopor de éxtasis.
Giro la cabeza y lo veo observándome con la mirada del que sabe que no voy a ser capaz de rechazarlo. ¿Cómo puede ejercer este poder sobre mí? Cada vez que él aparece mi sexo se humedece, mis ojos se entrecierran, mis pezones se erizan rígidos, y todos mis sentidos se enfocan en un solo pensamiento.
Su cuerpo estilizado, fuerte y musculoso se muestra en todo su esplendor. No quiero moverme aunque mis músculos se tensan y me pongo de pie, dándole la espalda.
Estoy hambrienta de su olor, del roce de su piel, de sus dientes en mi cuello, de su miembro duro invadiéndome con urgencia y bestialidad, sin preámbulos.
Camina hacia mí, y me lame la oreja con sabiduría. Mi corazón se acelera al instante al ver su miembro erecto que late con premura por llenar mi cuerpo; gimo. Huele mi sexo y se yergue sobre mi espalda, rozándome con su miembro caliente. Mi cuerpo pide a gritos que me penetre con rudeza y él responde con un ronco gruñido alzando su hocico, desgarrándome de placer.
Mi estatus en la jerarquía de la manada me permitiría elegir a cualquier otro macho, pero no lo hago. Él es mi lobo alfa y omega.
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