Cuenta John le Carré en sus memorias que su padre le llevó cuando era joven a un club de tiro de Montecarlo. Vio en ese lugar cómo soltaban palomas por un túnel para que los tiradores las abatieran cuando levantaban el vuelo. Escapaban pocas, pero volvían por instinto al palomar. Eso significaba su muerte segura porque eran llevadas de nuevo al túnel. No sé si este recuerdo biográfico refleja el destino fatal de los espías, que siempre retornan a la escena del crimen a pesar de que el cerco se va estrechando, como le sucedió a Philby, a Penkovski, a Sorge, a Adrich Ames y a tantos otros que apuraron su suerte hasta ser descubiertos. Todos ellos podrían haber sido personajes...
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