Su voz es tranquila y su tono de satisfacción. Rafael Nadal habla a través de una videoconferencia desde el coche que le transporta al aeropuerto, de regreso a Manacor. Después de 20 días vuelve con otra Copa de los Mosqueteros en su maleta. La número 13 de una historia que parece interminable. Está feliz. Con la tranquilidad de haber cumplido con su reto. No lo veía nada claro cuando hace 20 días llegó a París para jugar el Roland Garros más atípico que nunca antes había jugado.
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