En abril de 1803, seis meses después de haber firmado el Testamento de Heiligenstadt desesperado por su creciente sordera, Beethoven conoció a un joven violinista mestizo muy carismático, que le inspiró la «Sonata a Kreutzer». Su nombre era George Polgreen Bridgetower, y apareció en la dedicatoria de esa composición hasta que el propio Beethoven decidió borrarlo. El genio hizo lo mismo con Napoleón y la «Sinfonía nº 3», solo que con ese borrón el emperador siguió siendo el emperador, y en cambio Bridgetower cayó en el olvido, tal y como afirma la escritora Patricia Morrisroe en un artículo en «The New York Times». «Ha sido olvidado en gran medida por una historia que pertenece a quienes controlan el realto», sostiene...
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